Estimado Sr. Molis,
No tengo el placer de conocerle personalmente, pero he oído hablar de usted (muy bien, por cierto…) y, trabajando con quien trabaja no puedo más que expresarle mi consideración y respeto (puede apreciar mi sutil estilo para el peloteo….).
Mi nombre es Luis Blanco Urgoiti, soy el secretario general de AVEQ-KIMIKA y…. miembro de la Comisión Negociadora del Convenio General de la Industria Química en representación de la Industria Química Vasca, de modo que, en algún modo, soy en parte responsable de algunas de sus tribulaciones.
He leído su nota y me aventuraré a decirle cruda y llanamente mi más sincera opinión: tiene usted razón.
Tiene usted razón porque negociar los lógicos y necesarios incrementos salariales en función de un indicador como el IPC resulta absurdo, anti-económico e injusto en los tiempos que corren.
El modelo creado por el Estatuto de Trabajadores para solucionar un problema, las evidentes diferencias de poder, la falta de igualdad, entre dos partes obligadas a una convivencia muy próxima como eran los trabajadores y las empresas, se basan en dotar de capacidad normativa general a los representantes de ambas partes, de ambas partes en igualdad de condiciones, de modo que las diferencias entre el indefenso trabajador individual y la enormidad de la empresa se atemperaban y corregían.
Esta dinámica ha funcionado razonablemente bien durante mucho años…. Pero ha entrado en una grave crisis, como dice siempre mi amigo y maestro Daniel Vilalta, el “modelo está agotado”.
¿Es ese agotamiento del modelo mérito de los sindicatos, de tantos años negociando convenios?…. pues es posible. Es posible que lo hayan hecho demasiado bien y que hayan dejado de ser necesarios.
España es un país con un índice de afiliación a sindicatos muy bajo… y yo auguro que seguirá bajando. El problema es que los órganos de dirección sindicales debían pensar en realizar una profunda reflexión sobre su propia existencia, sobre su último fin vital, dado que los trabajadores hace mucho que no “quieren líos” y que, colectivamente, piensan que conseguir un punto más o un punto menos en una subida salarial no merece discusiones, movilizaciones, huelgas y malos ratos.
En realidad, los sindicatos (no todos, por suerte) necesitan crear los problemas para justificar su propia existencia. Generar sensación de agravio de injusticia aunque no la haya para seguir siendo importantes, para seguir, sencillamente, sobreviviendo.
La divergencia de intereses entre empresas y trabajadores fue genialmente formulada por Karl Marx en su teoría de la plusvalía: si comparamos una empresa cooperativa y una empresa propiedad de una sociedad de capital y ambas producen el mismo bien, sus factores de coste (energía, materias primas…) son iguales y el beneficio que obtiene el capitalista procede, en realidad, de aprovecharse ilegítimamente el trabajo y esfuerzo de la clase trabajadora.
Durante muchos años la respuesta a esta teoría se basaba en alegar el riesgo que corría el capital y la posibilidad de perderlo en la ventura del negocio…. aunque si el negocio fracasaba, los trabajadores también perdían su sustento.
Pero en pleno siglo XXI todos estos argumentos se han difuminado. Los capitalistas ya no son ricos y orondos hombres de negocios de prominentes barrigas, bigotes encerados, chalecos floreados y gruesas y doradas correas de reloj y los trabajadores ya no son desheredados que viven en chabolas y que si fueran despedidos quedan abandonados a la miseria.
Las ansias revolucionarias de los trabajadores quedaron atrás hace mucho tiempo. La revolución, la toma del poder por parte de la clase obrera debían protagonizarla los desheredados, los que nada tenían que perder… hoy en día, casi cualquiera de los trabajadores de una fábrica tiene piso en propiedad (con la inevitable hipoteca, eso sí), coche, casa en el pueblo, vacaciones en la playa y sus hijos pueden estudiar hasta la universidad.
En plena crisis por el accidente de la plataforma Deepwater Horizon de British Petroleum en el Golfo de México, muchos medios de comunicación especularon sobre la posibilidad de que la empresa se colapsara y quebrara… sólo algunos medios vieron la importancia de hacer ver que 1 de cada 6 libras de los fondos de pensiones británicos depende de las acciones de BP… si al empresa quebraba, a una anciana maestra jubilada de las afueras de York no le alcanzaría la pensión para pagar la calefacción durante este invierno… de modo que el malvado capitalista que afana el honrado esfuerzo de los trabajadores de BP resulta ser una gran multitud de maestras jubiladas.
En esa tesitura, la negociación de los convenios es esclava de las negociaciones anteriores. Los trabajadores se vuelven conservadores (aunque parezca un contrasentido) y aunque reclaman cambios, siempre son cambios cuantitativos (más dinero, menos horas, más horas sindicales, más delegados…) y desconfían de los cambios cualitativos que solemos proponer nosotros.
El concepto “IPC previsto” hace mucho que desapareció. El Gobierno va no publica oficialmente una previsión de inflación y el 2% tomado como referencia en los últimos años es en realidad el “objetivo de inflación” que se fija siempre en esa cifra pues los economistas consideran que un 2% es un “IPC sano”.
Esa cantidad nada tiene que ver con la buena o mala marcha de las empresas. En 2009 las industrias afiliadas a AVEQ-KIMIKA, que habían subido el sueldo “a cuenta” un 2,6% a sus trabajadores en enero, cerraron el año con un descenso de facturación del 27%... ¿es lógico?, ¿hay proporción? y muchas de estas empresas no son más que pequeñas pymes con su propietario trabajando a pie de máquina día tras día.
Además, la cláusula de revisión retroactiva es injusta con sus propios fines. Se supone que trata de compensar las desviaciones de la inflación y, así, evitar la pérdida de poder adquisitivo. Pero aplicar un porcentaje alcanzado gradualmente a lo largo de 12 meses a todas las nóminas del año no es económicamente correcto.
Para entenderlo mejor, permítanme que les enseñe un gráfico:
El problema es que, en cada edición del Convenio se lo decimos a los representantes sindicales: hay que cambiar el referencial de cálculo de subida salarial. Hay que ir a IPC pasado o tal vez a que la pérdida de poder adquisitivo (como ven más teórica que real) se tenga en cuenta para la subida del año siguiente, sin efecto retroactivo… hay que hacer algo porque este sistema es injusto y, además, provoca más inflación.
Pero, en fin, ¿qué quiere que le diga?. si se cree usted capaz de convencer a los sindicatos de estas premisas y a la Junta Rectora de AVEQ-KIMIKA le parece bien, claro, estoy dispuesto a cederle mi puesto en la mesa negociadora del convenio.
Aunque no crea que ese cambio sería ningún favor. Muy posiblemente su furstración aumentaría porque vería con impotencia algo que está mal, que no puede cambiar y que, además, tiene que firmar en aras de las consabida paz social.
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