jueves, 25 de mayo de 2017

En Defensa de la Química



No me digan que no resulta triste que la Química, es este caso no la industria, la Ciencia Química necesite defensa.... pues sí, la necesita.

Lo cierto es que, no sé si por tener un enemigo común, en este caso llamado "Ignorancia", en ningún otro sector industrial hay una comunión tan fuerte entre la ciencia, la universidad, los colegios y asociaciones profesionales y la propia industria en defender la ciencia, algo que, de por si, no debería necesitar defensa alguna.

Es que, permítanme, ¿cómo alguien puede ser tan ignorante como para considerar negativo el agua, la sal o el aire?... todo son productos y mezclas químicas: la comida, la sangre... la oxitocina (C43H66N12O12S2), la hormona que permite a una mujer dar pecho a su hijo, es pura química.

Y claro, es en ese punto de la conversación en el que alguien afirma: "no, el problema no es la química, el problema es la química artificial"...  no hace mucho, en un anuncio televisivo, una voz en off anunciaba las bondades de una leche completamente "natural" y "enriquecida con calcio únicamente procedente de la leche"... vale, vamos a suponer que así sea. Obviemos el proceso para extraer el calcio de la leche para preguntarnos: ¿dónde estaba el calcio antes de estar en la leche?, ¿en la vaca? y.... ¿antes de estar en la vaca?... ¿no les parece canalla aprovecharse de la ignorancia de la gente para publicitarse?... es algo que roza un pelín la estafa.

Contra esa acusada tendencia, contra el absurdo intelectual que supone contraponer "natural" o "artificial"... cuando en realidad, lo que se quiere decir es "conocido" frente a "desconocido", la única arma efectiva es expandir el conocimiento.

Para que me entiendan: si decimos que tal alimento utiliza como conservante ácido acético al 5% (C2H4O2), a un químico o a una química, contrariamente a lo que parece ser la percepción social más generalizada, no les sonará como algo artificial o incluso peligroso, serán conscientes de que es solamente otra forma de llamar al vinagre. Cuando todo el mundo sepa que es indiferente si el calcio procede de la leche o de una roca para cumplir su función en nuestro cuerpo, los charlatanes quimifóbicos no podrán engañarnos.

La conclusión es clara: Si nuestro enemigo es la ignorancia, combatámosla expandiendo el conocimiento.

El catedrático de la Escuela de Ingenieros de Bilbao, Ángel Valea, que lleva la química en las venas (y lo digo en el doble sentido con toda la intención), que ha sido presidente de la Asociación de Químicos de Bizkaia durante bastantes años, también tiene esa inquietud y, en fin, ha tenido el detalle de invitarme a aportar mi granito de arena en un curso al respecto que organiza, en el marco de los Cursos de Verano de la UPV-EHU y que ha llamado: "Quimiofobia o Quimiofilia: Productos químicos de uso cotidiano" (aquí pueden consultar el programa completo)

Del 19 al 21 de julio, en el paraninfo de la UPV-EHU en Abandoribarra, el profesor Valea ha reunido un muy variopinto grupo de personas, procedentes de diferentes ámbitos, que solamente coincidimos en considera que defender a la química no es solamente una cuestión de justicia con la realidad, con la evidencia, es también una muestra de agradecimiento a los hombres y mujeres que a lo largo de la historia han estudiado la composición íntima de la materia y han dilucidado cómo aplicar ese conocimiento para mejorar nuestra vida.

La imagen que preside esta entrada es solamente un ejemplo: los avances en la medicina y la farmacia, en la agricultura y la conservación de los alimentos, en el saneamiento, el tratamiento de aguas, en las comunicaciones, en realidad, en todos los aspectos de nuestra vida cotidiana han contribuido a transformar el mapa de África de forma tan radical.

¿Cómo es posible que alguien rechace eso?

Es una labor enorme, pues enorme es la ignorancia, pero el profesor Valea hace bien en no acobardarse, en no limitarse a lamentar la realidad social, y se ha puesto manos a la obra para cambiarla.

Allí estaremos, ayudando en lo que podamos.... ¿nos echan una mano?


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jueves, 18 de mayo de 2017

Es mejor no saber


En el día a día, cada vez con mayor frecuencia, cuando trato de explicar algo relacionado con la Sostenibilidad de la industria… por ejemplo, explicando con palabras sencillas cómo se elabora una mayonesa industrial, me encuentro con una respuesta que me preocupa mucho y que pone en cuestión todo el sistema democrático: “Es mejor no saber”.

¿Que exagero?... no creo.

Una de las citas de Nelson Mandela más conocidas es aquella que dice: “La educación es el arma más poderosa que podemos usar para cambiar el mundo” a la que yo añado: la educación, el conocimiento... "saber", al fin y al cabo, es la cura para casi todos los males que azotan a la humanidad, cura la intolerancia, el racismo, la xenofobia, previene la violencia y es la base de la ciencia que curará las enfermedades.

El populismo, al igual que los curanderos, adivinos y demás falsarios, nos ofrece certezas, respuestas simples a problemas complejos. La realidad es complicada y nunca, se lo aseguro, nunca es una cuestión de buenos y malos. Nada en este complejo mundo es absolutamente malo y nada es absolutamente bueno.

El populismo miente con descaro. Coquetea con el racismo, cuando no lo abraza abiertamente, y siempre busca a un culpable. Alguien humano, preferiblemente un colectivo lo suficientemente difuso para que podamos odiarlo sin remordimientos, pues no lo identificamos con una persona concreta, con un igual, se trata, simplemente, de “otros”.

Así lo hicieron los nazis con tanta eficiencia. Los nazis decían que los graves problemas que tenía Alemania en los años 30 no eran consecuencia del militarismo desbocado que condujo al país a perder de forma desastrosa la 1ª Guerra Mundial. No. Decían: “No os preocupéis, la culpa no es vuestra, es de los judíos”…. El pueblo alemán, abrumado por la situación, angustiado por el miedo, pensaba, “No. Mi vecino Salomón no tiene la culpa, él es bueno, son otros judíos los culpables…” y ya saben cómo terminó la historia.

El populismo ha ido cambiando de enemigos, según su conveniencia, los judeo-masones, los inmigrantes, los musulmanes, “la casta”, “los yanquis”… las multinacionales…. Pero siempre han tenido rasgos en común: respuestas sencillas a problemas complejos, usar el miedo como palanca y tratar de que el pueblo piense lo menos posible por su propia cuenta, decirle, en una formula muy simple, qué tiene que pensar y nunca, jamás, darle elementos de juicio para poder decidir. El populismo no los necesita, no los quiere porque si el pueblo piensa por su cuenta, desaparece.

Y lo peor de ello es que eso nos gusta. Nos permite seguir pensando que somos dueños de nuestro destino mientras decimos “Es mejor no saber”….

Cuentan que Otto von Bismarck, el “Canciller de Hierro”, el gran estadista alemán artífice de la unificación del país, pero que nunca destacó precisamente por su talante democrático, dijo una vez: “Las leyes son como las salchichas, es mejor no saber cómo se hacen” (Gesetze sind wie Würste, man sollte besser nicht dabei sein, wenn sie gemacht werden – más exacto: “es mejor no estar allí cuando se hacen")…  sustituyan “salchichas” por la “mayonesa industrial” y…. voilá…. "Es mejor no saber".

Y es entonces cuando llegan las elecciones o los referéndum y, como ciudadanos, tenemos que decidir y nos echamos las manos a la cabeza con las decisiones. ¿Cómo es posible que haya ganado el Brexit en Reino Unido?... pero si es evidente que es mucho mejor estar en la UE que fuera.... ¿es que no piensan?.... y la respuesta es no, no pensamos, no queremos pensar porque "Es mejor no saber" y confiar en los mensajes sencillos que los populistas nos ofrecen.

Hace unos meses leía un artículo sobre el TTIP (Transatlantic Trade Investment Partnership) de un politólogo al que leo a menudo que se llama Roger Senserrich, que vive a caballo entre la realidad de los Estados Unidos, donde reside, y la de España. Me gustan mucho sus análisis y sus diagnósticos, con los que generalmente coincido. El TTIP pretende unificar los requisitos de comercialización de productos y servicios entre Estados Unidos y la Unión Europea. Para explicarlo de forma sencilla: si los requisitos de las tapas de alcantarilla son los mismos en Europa y en Estados Unidos, un pequeño fabricante de tapas de alcantarilla no tendrá que hacer series diferentes y moldes distintos para tiradas más cortas, podrá hacerlas todas iguales y competir a ambos lados del Atlántico, mejorando la calidad, reduciendo precios y favoreciendo que a los ciudadanos nos cueste menos dinero tener una calle bien urbanizada con buenas tapas de alcantarilla, menos propensas a romperse y producir accidentes.

Senserrich teorizaba en el artículo sobre el quijotismo de la izquierda española (europea en realidad) empeñada en combatir algo que a nadie importa, mientras que la derecha, limitándose a recitar los problemas de los ciudadanos sin dar una sola solución, gana elección tras elección... pero, desde mi modestia, creo que se confunde en una aspecto. El visceral e injustificado ataque al TTIP no es quijotismo, es parte de una táctica mucho más amplia, entiendo que improvisada pues no responde a un plan preconcebido, que busca aspectos complejos de la realidad para declararlos "malos" y combatirlos, obtener pequeñas victorias con las que tratar de convencer al ciudadano, que prefiere "no saber", de que están defendiendo sus intereses.

Antes del TTIP fue el fracking, antes los transgénicos, la energía nuclear o una reforma de la contratación laboral bien planificada... da los mismo. Los argumentos contra el TTIP no se sostienen. No resisten el menor análisis, pero utilizan las palabras clave, aquellas que dan miedo y que nos impiden pensar: cáncer, peligro en la alimentación de nuestros hijos, secreto, conspiraciones y, por supuesto, un enemigo: las multinacionales... y como pensamos, "es mejor no saber", nos creemos que la legislación europea sobre aditivos alimentarios, por ejemplo, puede reformarse sin que nos enteremos, algo que no tiene ni pies, ni cabeza.

La fabricación de una mayonesa industrial comienza en Brasil o Argentina donde se cultiva la soja. Se recolecta, se carga en grandes barcos que viajan hasta el abra exterior del puerto de Bilbao, donde descargan las semillas en una fábrica ubicada al borde del mismo muelle.

Si presionamos una aceituna lo suficiente, produciremos aceite (el llamado virgen extra), sin embargo una semilla de soja, que contiene un 20% de un aceite vegetal de buena calidad, de sabor más neutro que el de oliva, mucho más barato y con un magnifico equilibrio nutricional de ácidos grasos, por mucho que la apretemos, no rezumará más que un mínimo porcentaje de ese aceite.

En esta fábrica, muelen y laminan las semillas y se mezclan con un disolvente orgánico, el hexano de grado alimentario, uno de los productos estrella de las refinerías de petróleo. Vigilado hasta el extremo en su pureza y calidad.

El disolvente arrastra el aceite y deposita las partes sólidas de las semillas, mayormente proteínas vegetales de gran calidad que se utilizan en la fabricación de piensos. La mezcla de aceite y hexano es sometida a un proceso de stripping y refino, que elimina el hexano del aceite, que, una vez analizado en laboratorio, queda listo para consumo humano.

Uno de los destinos de ese aceite es otra fábrica, al otro lado de la ría, en la que se utiliza, entre otras muchas cosas para elaborar mayonesa, o ketchup, o margarina... de marcas muy conocidas. Un producto de gran calidad, probadamente seguro y que todos hemos consumido y saboreado.

A lo largo del siglo XX y lo que llevamos del XXI, la incidencia de toxinfecciones alimentarias y las muertes de ellas derivadas, por ejemplo, de la salmonelosis, ha descendido dramáticamente.

La industria, haciendo bien su trabajo, ha conseguido que un producto tan seguro y de tanta calidad tenga un precio accesible para prácticamente todas las capas sociales, no permitiendo, como sucedía en otros tiempos, que la enfermedad tenga mayores incidencias según la capacidad adquisitiva de los individuos.

"Es mejor no saber"...  pues, ¿qué quieren que les diga?, yo prefiero saber. Saber cómo se elabora un producto que consumo. Ser consciente de que no es un producto "artesanal", fabricado ilegalmente en el garaje de un domicilio particular, con instrumentos de dudosa higiene y utilizando huevos que se han pasado días sin refrigeración... yo prefiero saber y, como adulto, valorar y decidir.

Prefiero saber que la industria y las autoridades hacen bien su trabajo y que sí, que hubo un tiempo en el que toda la comida era ecológica, no había vacunas, ni productos químicos. Se llamaba edad de piedra y 9 de cada 10 niños no llegaban a ser adultos.

En la era de Internet ya no hay excusa. Comprueben siempre lo que les cuentan. Enseñen a sus hijos a investigar, pensar, valorar y tomar sus propias decisiones. Ser libres para decidir es la base de la democracia y, el conocimiento, es la base sobre la que podemos y debemos decidir.

Siempre es mejor saber.

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martes, 9 de mayo de 2017

¿Quieren saber cómo será el nuevo IKS? (realismo en la e-Administración)



El 17 de noviembre de 1999, la filial puntocom del grupo Telefónica, denominada Terra Networks, S.A. salió a bolsa en España y Estados Unidos.

 Aquel mismo día, la cotización cerró a más de 37 euros. En pocas horas, se produjo un avance del 184,61%. Era la primera empresa española de Internet que salía a la Bolsa y dada la locura que se desató en el tramo minorista, fue necesario hacer un sorteo para establecer los inversores que tenían derecho a comprar un máximo de 25 acciones.

El día de San Valentín del año siguiente, se alcanza el máximo histórico de Terra en el parqué madrileño. La cotización llega a alcanzar los 157,60 € por acción. En aquel momento, una empresa que era poco más que unos cuantos ordenadores, unas oficinas alquiladas y un portal dé Internet, visto con ojos de hoy de diseño más bien anodino, superaba en valor bursátil al grupo Repsol... algo parecía no estar bien.

En Abril de 2000, la burbuja puntocom pincha en Estados Unidos, y los títulos de Terra se desploman. En septiembre de 2001, el valor de Terra había perdido 248 millones de euros... y continuó arrastrándose por el parqué hasta que, en febrero de 2004, con el precio entorno a los 5 €, Teléfonica absorbió a su filial.

¿Qué había sucedido?... Dicen los que saben que un mercado de extrema liquidez como la bolsa, en muchas ocasiones, las expectativas, fundadas o infundadas, pesan más que la realidad y los hechos. 

Ante la amenaza de quedarse fuera del negocio que las empresas puntocom prometían, el mercado enloqueció y, deslumbrado por la brillantez del nuevo medio de comunicación, no fue capaz de ver qué tras ese medio, apenas había nada. No fueron capaces de entender que la tecnología, el uso de Internet, tiene que tener un fin y no se justifica a sí mismo, que la mera transmisión de información no daba para tanto negocio.

Esa pauta es aplicable a la gestión empresarial, a la industria, a la educación.... a cualquier ámbito, incluida la Administración Pública.

No sé si me llamarán exagerado por esto pero, en mi modesta opinión, la Administración Pública española está inmersa en su propia burbuja puntocom.

La Ley 39/2015 de procedimiento administrativo, no incluye grandes novedades en el mismo, salvo la brusca interrupción de la obligatoriedad de que todos los procedimientos se efectúen por vía electrónica, para determinados colectivos, y la obligación de la Administración de disponer los medios necesarios para que así puedan realizarse.

Desde el 3 de octubre de 2018 todas las Administraciones Públicas tendrán que tener disponibles todos sus procedimientos on-line... todas y todos, repito, desde el Ministerio de Hacienda hasta el ayuntamiento de Orexa.

En estos momentos, no conozco un sólo procedimiento administrativo, de ninguna Administración Pública que se pueda decir, con todas las garantías, que está listo al 100%, tan a prueba de fallos como pueda estarlo el servicio de Amazon, por ejemplo.

Hace unos meses acudí a un curso sobre los certificados digitales y la factura electrónica. Según me vio entrar el ponente, con mi Macbook bajo el brazo, me dijo desde el fondo de la sala: "Con eso ni te molestes, ni lo intentamos"

Ya les he contado cómo está el tema de la nueva documentación de traslado de residuos, que debería estar funcionando desde finales del año pasado por su regulación específica que así lo determina. En el Ministerio de Medio Ambiente, "porque ellos los valen", anunciaron en su día que las nuevas versiones de los documentos electrónicos estarán listas para el próximo 1 de junio... dentro de 3 semanas... ¿se atreven a apostar?.... y les prometo que me gustaría perder.

El pasado jueves, 4 de mayo, se publicó en el BOE la edición 2017 del Acuerdo Internacional para el Transporte de Mercancías Peligrosas por Carretera (ADR). 998 páginas de denso texto técnico y regulatorio.

El Ministerio de Fomento, al parecer, va a renunciar a publicar el texto en libro de papel y, al parecer también, ha dicho que quien quiera libro escrito es que imprima el BOE.

Yo hace mucho años que lo manejo únicamente en PDF, lo que permite de forma muy eficiente buscar, copia, pegar para citarlo... pues bien, cuál es mi sorpresa que, al bajarme el PDF de esta nueva edición, descubro que lo han publicado, sí, en PDF, efectivamente, pero, en lugar de hacerlo como texto, han publicado 998 imágenes, una por cada página, inhabilitando la posibilidad de buscar en el documento.

La e-Administración es un salto importante y es posible, que no por maldad sino únicamente por falta de una planificación adecuada, los ciudadanos y las empresas nos dejemos derechos por el camino.

Esa es la duda a la que pretendemos responder en la jornada del próximo viernes, 12, a partir de las 09:30 h, en el Colegio de Abogados de Bizkaia... ¿Quieren saber cómo será el futuro "IKS"?, ¿creen que su ayuntamiento estará listo para la tramitación electrónica de las licencias de obras en el momento adecuado?... la entrada es libre pero hay que inscribirse. Allí les esperamos.

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viernes, 5 de mayo de 2017

La era de la gran industria



Hay gente a la que no conviene llevar la contraria. Gente, ante cuya capacidad y conocimientos, antes de contradecirles, es necesario asentar bien los pies en la dura tierra de una investigación muy concienzuda.

 Sucede, en algunas ocasiones, que como soy un poco osado y bastante bocazas, de vez en cuando me atrevo a contradecir a alguno de nuestros técnicos y colaboradores, en sus áreas de especialización, y claro, salgo de la pelea escaldado y me quedo en un rincón, enfurruñado, lamiéndome las heridas.

Pero, en fin, no debo ser muy gato, a pesar de haber nacido en Madrid, porque no aprendo y hace unas cuentas semanas lo volví a hacer y se me ocurrió contradecir, nada más y nada menos, que a Iñaki Barrenechea, secretario de la Junta de la Asociación, que ha sido vocal del Consejo Económico y Social de Euskadi en representación de Confebask, miembro de la Junta de CEBEK, secretario general de Petronor, entro otras muchas cosas. Una enciclopedia andante y parlante sobre la historia y la realidad de la Industria Vasca.

 El incidente fue, más o menos, el siguiente: en un momento dado de la reunión de la Junta Rectora, al hilo de un debate que no viene al caso, Iñaki comentó que el edificio en el que estábamos, en el que se encuentran nuestras oficinas, en Gran Vía, 50, esquina con la calle Máximo Aguirre de Bilbao, se construyó para albergar las oficinas centrales de Babcock-Wilcox.

 Yo, temerario, en vez de callar y tomar nota y, en todo caso, investigar el asunto, afirme con aplomo:

- No, que va. Este edificio se construyó para ser la sede de los sindicatos verticales del franquismo...

Iñaki se limitó a levantar una ceja, mirarme un poco de soslayo y, tras una breve pausa le-digo-algo-o-lo-dejo-pasar, continuó con su argumento.

Pocos días más tarde, colocaron en la entrada la placa que aparece en la foto que ilustra esta entrada.

La Sociedad Española de Construcciones Babcock y Wilcox se fundó se 1918 para producir locomotoras de vapor, difíciles de conseguir por aquellos años de guerra. Su principal fábrica se construyó en la Vega del Galindo, en Sestao, pero la empresa llegó a tener concesiones de minas de hierro, una central térmica y varias fábricas distribuidas por Bizkaia y varias provincias.

Construyó locomotoras de vapor hasta 1961, pero su capacidad y calidad en el diseño y fabricación de las calderas, la esencia de la máquina de vapor, le permitió diversificar sus mercados y, además de producir locomotoras diésel, también produjo calderas de vapor para centrales eléctricas y fábricas de todo tipo, tubos, turbinas hidráulicas, automotores eléctricos y diésel, motores marinos, engranajes, válvulas y otros equipos. Sus productos se vendieron en cuatro continentes y, en Bizkaia, son fácilmente reconocibles las estructuras del puente levadizo de Deusto en Bilbao, la refinería de Petronor en Muskiz o la inacabada central nuclear de Lemóniz. Casi 6000 personas llegaron a formar su plantilla.

Tanta llegó a ser la importancia de la empresa que, el 30 de junio de 1969 el alcalde Bilbao, Javier de Ybarra Bergé presentó la dimisión de su cargo al frente del ayuntamiento por haber sido nombrado por el consejo de administración del Banco de Vizcaya presidente del Consejo de Administración de "la Babcock", que ya se hallaba sumida en una grave crisis por no haberse modernizado, ni adaptado a las demandas del mercado internacional (Biografías de los Alcaldes de Bilbao, pag. 283)

Y, bueno, efectivamente, la Babcock construyó el edificio de Gran Vía, 50: 8 plantas, más dos de sótanos, casi 500 m2 por planta. En pleno centro de Bilbao. Y se lo encargó a Álvaro Líbano, arquitecto de estilo racionalista, de referencia en el Bilbao de aquellos años, muy inspirado por el trabajo de Mies Van de Rohe, que comenzó a trabajar en el diseño del edificio en 1956, que se inauguró en 1961 (Do.Co.Mo.Mo.)

Para que se hagan una idea, Líbano diseñó también la ampliación del Museo de Bellas Artes de Bilbao (inaugurada en 1970), el edificio de El Corte Inglés, al principio de misma Gran Vía, la fábrica de Coca-Cola de Galdakao, el colegio Zurbaran o el edificio de SEAT, en Lehendakari Aguirre, 22, en Deusto, que en el espacio que hoy ocupa el centro comercial Bidarte albergaba, en su día, un gran garaje, entre otras muchos edificios emblemáticos de la capital de Bizkaia.

En mi descarga diré que, sin haber investigado previamente, yo no me hacía a la idea de que una empresa industrial necesitara un edificio de oficinas de ese calibre en pleno centro de la ciudad. Hoy es algo impensable.

Lo comenté con Iñaki, claro, y con una cierto deje de nostalgia, me contaba cómo cruzaban la ría miles de trabajadores en los botes, para acudir a sus turnos en la Babcock, en las distintas factorías de Altos Hornos o a las decenas de fábricas enormes que se asentaban en ambas márgenes. Recordaba aquella época en la que un chaval empezaba como aprendiz a los 14 años y se jubilaba, en la misma empresa, como maestro.

En 1973, como consecuencia del intento de Siria y Egipto de recuperar los territorios perdidos frente a Israel 6 años antes, comenzó la llamada guerra de Yom Kipur. Los países árabes agrupados en la OPEP, como medida de presión, decidieron reducir radicalmente sus exportaciones de petróleo a los Estados Unidos y a los países de Europa Occidental que apoyaban al Estado Judío en la contienda.

La consecuente escalada de los precios del crudo provocó una crisis sin precedentes y que, la ya poco preparada Babcock, viera cancelada la mayor parte de sus pedidos en los sectores de la industria y la energía y entrará en la larga recta final que llevaría a su integración en el Instituto Nacional de Industria en 1983, con el único fin de evitar el impacto social que su cierre generaría. Desgajada y dividida, su actividad central terminó cerrando en 2004.

En Euskadi ya no quedan empresas como aquellas pero, sinceramente, yo no las echo de menos y me revela un poco oír constantemente que las empresas vascas deberían ganar en tamaño para poder competir.

Nuestro sector productivo se ha diversificado. En lugar de industrias "diplodocus", a las que resulta imposible adaptarse y reaccionar, ahora lo forman pequeños mamíferos rodeores, empresas medianas y pequeñas, ágiles y adaptables, muchas de ellas líderes en nichos concretos de mercado a nivel mundial, que han resistido el cataclismo que comenzó en 2009 mucho mejor que sus grandes y legendarios antecesores resistieron las crisis que les tocó vivir, porque donde antes grandes polos de actividad industrial concentraban la actividad económica en sectores muy focalizados, ahora florece una extensa red de actividades muy diversificadas.

Ya les he contado alguna vez que asumo que, para competir con garantías en ciertos mercados las empresas de Euskadi deben ganar masa crítica pero, para hacerlo, la pequeña industria vasca hará bien en "clusterizarse", en aliarse.

La era de la gran industria no volverá a Euskadi y estoy seguro de que, más allá de la nostalgia, nuestra situación actual es mucho mejor.

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