miércoles, 18 de abril de 2012

¿Somos Medioambientalmente Adultos?



Uno de los grandes avances sociales que ha experimentado la sociedad occidental, y la de casi todo el mundo, durante los últimos años del siglo XX ha sido la implantación y avance del pensamiento, la conciencia y el movimiento ecologista. El desarrollismo a ultranza de otras décadas, en el que lo único que se tenía en cuenta eran las cifras de producción y los resultados de las empresas, los puestos de trabajo creados y la renta generada, las cifras económicas en definitiva, ha quedado atrás. Gracias a la concienciación ecologista de la sociedad hoy día, antes de cualquier inversión industrial, se valora con especial precaución la seguridad, las emisiones, los efluentes líquidos, los residuos que se puedan generar y un largo etcétera de variables consideradas en épocas pasadas como elementos "externos" a la propia inversión y que son, sin duda, elementos esenciales en el planteamiento de una actividad.

Sin embargo el movimiento ecologista, en sus versiones más radicales, sigue un camino efectivo para perseguir un fin último beneficioso pero amenazador y éticamente cuestionable, por el cual se dirige a la opinión pública como si se tratara de una clase de niños de pre-escolar; (los beneficios de los fines intermedios son más que discutibles).

La táctica "¡Viene el coco si no comes!" utilizada en alguna ocasión por casi todos los padres y madres del mundo en sus distintas versiones culturales, persigue un fin bueno (la alimentación del niño), pero utiliza un método discutible cuando el que debe ser convencido es un adulto con criterio y capacidad para decidir por sí mismo.

Hace unos años, en una revista del gremio de la panadería llamada "Panorama Panadero" se planteaba un debate muy interesante sobre la modificación genética de las variedades vegetales de las que se obtienen las harinas. En páginas enfrentadas exponían su opinión una bióloga experta en genética y un alto dirigente de Greenpeace. Se trataba de que los profesionales conocieran, por sí mismos, las ventajas y problemas de las variedades modificadas.

La opinión científica centraba su comentario en el hecho de que los hombre han venido seleccionando genéticamente las especies según su conveniencia desde que domesticó al primer animal y desde que se inició en la agricultura; y sobre todo en que los peligros de los que alertan las organizaciones ecologistas no pueden afirmarse ni negarse categóricamente ya que siguen siendo objeto de estudio. En el otro lado Greenpeace afrimaba, rotundamente, que el maíz modificado no es sólo destructor implacable del medio ambiente, además afectará de forma irreparable a la salud de los consumidores. ¿Utilizaban ambos las mismas armas, la misma seriedad en su planteamiento?.

Existen muchos ejemplos de actuaciones acientíficas parecidas en las que prima, de forma absoluta, la aparente visión "verde" de la vida por encima de la ciencia y de la experimentación. La campaña contra los plásticos clorados, en concreto contra el PVC, podría basarse en señalar la mayor problemática ambiental de los procesos industriales que utilizan el cloro frente a otros plásticos que no lo utilizan, de las desventajas del PVC frente al aluminio, por ejemplo en caso de incendios. Pero no, para el movimiento ecologista más radical, la gente no está preparada para decidir por sí mismos que es más o menos peligroso para el medio ambiente y para evitar que tengan la necesidad de planteárselo afirman, sin ningún tipo de fundamento científico serio y demostrable que los juguetes de PVC producen cáncer de casi todo, dañan el hígado, los riñones, el corazón y todo tipo de males bíblico-apocalípticos, que sufrirán los niños y recaerán sobre la conciencia de aquellos padres irresponsables que compraron a su hijo un sonajero con unos demonios llamados ftalatos.

Lamentablemente, en muchas ocasiones, la ecología, el hecho de que nuestra decisión particular como ciudadanos sea más o menos "verde", depende de realidades científicas que no son tan evidentes como se empeñan algunos.

Un ejemplo: ¿Qué es más ecológico comprar unos calcetines 100% lana u otros de fibras sintéticas de origen industrial?, a primera vista parece evidente que la lana es más ecológica, la idílica imagen de las ovejas pastando en unos prados verdes en las montañas no puede hacernos pensar otra cosa, especialmente si lo comparamos con la imagen antipática y fea de una industria químico-textil. Seamos radicales, prohibamos las fibras sintéticas, esos sucios derivados del petróleo antinaturales....

Hagamos un ligero análisis, casi superficial pero vayamos un poco más allá de las visiones idílicas. Dejemos a un lado el proceso que convierte la lana esquilada en una fibra útil para la confección de las prendas. Una sola planta de acrilonitrilo, que ocupa la extensión de un campo de fútbol, produce la misma cantidad de fibras para la confección que un rebaño de 12 millones de ovejas que, sólo para pastar, necesitarían una extensión del tamaño de Bélgica. Para cubrir las necesidades de los 6.000 millones de habitantes que tiene la Tierra, la utilización exclusiva de fibras de origen animal o vegetal (lana, algodón, lino, sisal...) necesitaría de una extensión cultivada o destinada a la ganadería que superaría la extensión del planeta. ¿Así defenderemos la conservación del Amazonas?... por ejemplo.

En muchos otros aspectos la verdad científica, la única que realmente debe contar a la hora de decir si un producto o una actividad es o no "ecológica" no coincide con la apariencia, con las posturas promovidas por los movimientos más espectaculares y notorios dentro de la filosofía "verde" y que provoca decisiones políticas guiadas por la opinión pública, a su vez influida por esas posturas, o mejor dicho, por la escenificación de esas posturas.

¿Hasta que punto es lícito tratar de influir sobre el público con medias verdades o mentiras completas con un fin beneficioso?, ¿no es hora ya de que los movimientos ecologistas más proclives al alarido comprendan que la opinión pública está formada por las decisiones y opiniones personas de adultas?.

Evidentemente la opinión científica tampoco es única, las disparidades entre investigadores son algo más que habitual. Es completamente lícito realizar un análisis completo del ciclo de vida de una tubería de PVC, por ejemplo, y de otra de acero. Analizar de donde se extraen las materias primas, que problemas tiene el proceso de transformación de éstas, la fundición, el conformado, el transporte, su instalación y su vida útil una vez instalada, así como su destino una vez que se convierta en un deshecho, las posibilidades de reutilización o reciclaje, analizando la emisión de gases, los efluentes líquidos que produce cada proceso, el consumo de energía y todas las incidencias ambientales de cada paso podrán determinar cual de las dos opciones es más ecológica.

Aunque se haga de forma científica las conclusiones de dos investigadores pueden ser diferentes, incluso opuestas. Uno puede considerar un mayor perjuicio en el consumo de energía que supone la fundición del acero y otra opinión señalar el proceso del cloro como lo más perjudicial. Uno destacar las ventajas del acero en su reciclaje como chatarra y otro marcar la gran longevidad del PVC en tuberías enterradas, por ejemplo.

Todas esas cuestiones se pueden y se deben exponer a los consumidores a la hora de decidirse, de formarse una opinión propia sobre el PVC; sin embargo no es lícito tratar de engañarle, en ocasiones con gran éxito, afirmando que su hígado corre peligro de contraer un cáncer por el hecho de beber de una botella de agua mineral fabricada en PVC. Trátennos como adultos, por favor.

1 comentario:

borja dijo...

Indudable -y obvio para las personas adultas; pese a que cada día redescubra que ello no conlleva implícito el criterio- que al igual que una crisis económica , por poner un ejemplo muy al azar, permite promover acciones o leyes que sin ese acecho ni asomarían la nariz para promover un cambio, que el medioambiente puede ser y es una forma de presión, al igual que en muchísimo otros sectores. De ahí, a generalizar es donde uno mismo cae en esa esquina sombría y apartada del extremismo que en esta entrada se viene a criticar, sospechando, mirando de soslayo. Como un yonki en la parada del autobus.
Alaridos ecologistas... porque no, vamos a llamar a todos ellos ecololistos y ecologetas!!