lunes, 6 de agosto de 2012

La Consagración de la Primavera




Aquel jueves, 29 de mayo de 1913, en el nuevo Teatro de los Campos Elíseos de París, los ánimos del público que iba poco a poco completando el aforo estaban bastante enardecidos. El programa, sin duda innovador, se anunciaba interesante, pero el ambiente era el previo a una batalla.

La compañía de los Ballets Rusos de Sergei Diaghilev, que venía acumulando exito tras éxito en la capital francesa desde hacía años, había confiado su nuevo espectáculo a tres jóvenes de nacionalidad rusa. Los tres ya eran conocidos, y habían cosechado algunos éxitos y algún que otro sonoro fracaso en las últimas temporadas, pero la propuesta que los tres presentaban en esta ocasión era rompedora.

Aquellos tres jóvenes artistas eran el compositor Igor Stravinsky, que entonces tenía 30 años, el bailarín y coreógrafo Vaslav Nijinsky, de 23 y el escenógrafo y diseñador del vestuario Nikolái Roerich, que era algo más mayor, 38.

Aquella temporada de los Ballets Rusos de Diaghilev había empezado el 15 de mayo con una nueva coreografía de Nijinsky sobre una obra de Claude Debussy. Se trataba de Jeux (Juegos), un poema sinfónico en el que, junto a las bailarinas Tamara Karsavina y Ludmila Schollar, representaban un extraño partido de tenis.

Tras el escándalo que se había organizado la temporada anterior con la interpretación de Preludio a la Siesta de un Fauno del propio Debussy, con ninfas ligeras de ropa y Nijinsky, en ajustadas mayas, desarrollando un amplio despliegue de sinuosos movimientos indisimuladamente eróticos sobre el escenario, el público acogió Jeux con más frialdad que abucheos, consecuencia, quizás, de la combinación del rechazo a una coreografía extraña e innovadora con el respeto que el público tenía al gran compositor francés.

Una semana más tarde, el día 22, la compañía programó una reedición de la versión de Rimski-Korsakov de la opera Boris Gudunov de Moussorgsky, con el grandísimo cantante ruso Fiódor Chaliapin en toda su plenitud en el papel principal. El éxito, favorecido sin duda por haber traído los suntuosos decorados y vestuarios desde San Petersburgo, fue enorme.

Pero el día 29 llegaba el plato fuerte de la temporada. Diaghilev estrenaba el nuevo ballet del joven Stravinsky, llamado La Consagración de la Primavera, y, por qué no decirlo, la exigente y bastante acartonada afición parisina le tenía bastantes ganas.

Diaghilev era consciente de la que se avecinaba. Lo era porque un experto y experimentado empresario que había dado total libertad creativa a los tres jóvenes artistas e instrucciones muy claras a la compañía de danza de que, "si algo sucedía, mantuvieran la calma y continuaran. El ballet debía interpretarse hasta el final, pasara lo que pasara". Sabía a qué se atenía.

Pero el lío que se organizó en el teatro aquella velada fue aún peor que cualquier expectativa que pudieran tener. En el preludio orquestal, antes de que se levantara el telón, acompañando a los primeros compases en los que un fagot y un corno inglés llaman al despertar de la tierra dormida por el largo invierno con una leve melodía, comenzaron los primeros tenues abucheos y silbidos. Que se convirtieron en una rugido ensordecedor cuando subió el telón y sobre el mismo aparecieron "un grupo de lolitas patizambas con largas trenzas que saltaban arriba y abajo" como calificó el cuadro uno de los críticos presentes "un espectáculo bárbaro y pueril, desconcertante y ridículo" que diría otro.

El ruido no cesaba, y aún se incrementó cuando otro grupo del público comenzó a pedir silencio a gritos a los alborotadores y comenzaron las primeras peleas y trifulcas entre miembros de ambas tendencias.

El ruido llegó a tal volumen que era imposible escuchar una sola nota, aunque dicen que la profusión rítmica de la partitura y la potencia y volumen de la percusión transmitían la vibración necesaria para que los bailarines pudieran mantener la calma y continuar hasta el final.

Al poco de comenzar las protestas, Stravinsky abandonó la platea y se dirigió a los bastidores. Allí se encontró a Nijinsky subido en una silla, contando a gritos, tratando de ayudar a que los bailarines mantuvieran el paso.

Diaghilev, que también se encontraba entre bastidores enormemente agitado, había decidido llamar a la policía, mantuvo encendidas las luces del teatro durante el principio del segundo acto para que los agentes, que en importante número ocupaban el pasillo central del patio de butacas, pudieran detener y expulsar a los alborotadores más belicosos. Eso sí, en cuanto las luces volvieron a apagarse, el pandemonium de gritos, silbidos, pataleos y abucheos se inició de nuevo con toda su fuerza y se redoblaron las trifulcas y peleas, en las que se blandieron puños y bastones por doquier.

Los únicos que parecieron permanecer impasibles fueron los bailarines que, tras largos meses de interminables ensayos, dirigidos por el siempre muy meticuloso Nijinsky, realizaron una más que correcta interpretación.

Al terminar la función y vaciarse el teatro todos estaban exhaustos. Jean Cocteau, que estaba entre el público, cuenta cómo se unió a Stravinsky, Nijinsky y Diaghilev que se subieron a un taxi a las 2 de la madrugada y se dirigieron al Bosque de Boulogne buscando un poco de paz y aire fresco. Su impresión fue que el compositor y el coreógrafo estaban nerviosos, enfadados, disgustados y.... felices. Y contaba que el único comentario del empresario fue "Es exactamente lo que quería".

Stravinsky, gracias al apoyo de Diaghilev, transformó completamente el ballet y con él todo el panorama de la música sinfónica. Ya nada sería igual. Muy poca gente recuerda ya el gran triunfo de la ópera Boris Gudunov en el Teatro de los Campos Eliseos aquella primavera de 1913.... sin embargo, en los anales de la historia de la música quedará para siempre cómo aquellos 3 jóvenes consiguieron revolucionar la danza y cambiarla para siempre.

El día 3 de septiembre AVEQ-KIMIKA, integrada en el programa de CEBEK y de Gazte Lanbidean de Kutxa Bank, inicia el programa de prácticas para jóvenes en empresas. Con el paso del tiempo me he dado cuenta de que convencer que una empresa se sume por primera vez a un programa de prácticas es complejo... hacer que repita es muy sencillo. Atrévanse, abran la ventana y dejen que el aíre fresco entre en sus talleres y oficinas. Dejen que los jóvenes revolucionen, un poco, sus empresas. Verán como compensa.

(Hoy, día 6 de agosto, una joven valiente que nos importa mucho en AVEQ-KIMIKA comienza una aventura que sin duda será larga y estará llena de esfuerzos y sacrificios.... y de éxitos. Mucha suerte, Anne. Te la mereces).

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1 comentario:

Anónimo dijo...

Da gusto leerte por las mañanas. Maavilloso artículo para animar con el tema de las prácticas.