Seis galardonados con el premio Nobel en Estocolmo en 1962. De izquierda a derecha: Maurice Wilkins (Medicina), Max Perutz (Química), Harry Crick (Medicina), John Steinbeck (Literatura), James Watson (Medicina) y John Kendrew (Química)
Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. (Hebreos 11:1)
El 25 de abril de 1953, el biólogo estadounidense James Watson y el biofísico británico Francis Crick publicaron en la revista Nature el que posiblemente sea el artículo científico más importante de la historia. Ambos recibieron el Premio Nobel de Medicina en 1962: "por sus descubrimientos concernientes a la estructura molecular de los ácidos nucleicos y su importancia para la transferencia de información en la materia viva" Por descubrir y entender la estructura del ADN, la esencia misma de la vida.
Lo recibieron conjuntamente con Maurice Wilkins pues Watson y Crick se basaron en las observaciones que aquel y Rosalind Franklin habían realizado experimentalmente. La no concesión del premio a Rosalind Franklin no fue un nuevo caso de machismo, se debió a que aquella brillante biofísica inglesa murió, con tan solo 37 años de edad en 1958 y el reglamento de los Premios Nobel no permite su concesión a personas ya fallecidas.
En los presupuestos generales del Estado para 2012 está prevista una nueva reducción en el presupuesto que España, como país, dedica de su presupuesto público a financiar la Investigación. Será, el tercer año consecutivo que dicho presupuesto desciende acumulando, desde 2010, una rebaja de un 30%.
El gran reproche que como sociedad deberíamos haber realizado a nuestros gobernantes desde que comenzara la bonanza económica, allá por 1996, es que hicieran gala de una cortedad de miras y un cortoplacismo escandaloso: En lugar de invertir en tiempos de abundancia en la ciencia, en la base del conocimiento y que poco a poco, con el paso del tiempo, la riqueza derivada del ladrillo fuera siendo sustituida por la generada por actividades más sostenibles en el tiempo y que produjeran otros beneficios en sanidad, salud o bienestar social.
En lugar de tener esa visión a largo plazo, de pensar en que sucedería dentro de 15 años, nuestros elegidos, subidos en la ola de la abundancia que proveía la burbuja inmobiliaria, se dedicaron a pensar en qué les garantizaría la reelección en 4 años. En infraestructuras, en muchos casos sobredimensionadas, cuando no directamente superfluas y en eventos de relumbrón.
Las empresas, el sector privado sigue trabajando en I+D+i, pero a una empresa no se le puede pedir que invierta en investigación básica. Póngase usted en el lugar de un accionista y piense en un esfuerzo económico importante para una inversión que, puede que sí o puede que no, recuperará, en el mejor de los casos, 20 ó 25 años más tarde. ¿Usted lo haría?
Ese es el papel que debemos hacer como sociedad y que debemos encargar a dirigentes capaces y con visión. Pensar en cómo será el mundo dentro de 20 años y que sin invertir en ciencia, nuestra sociedad será más pobre y, como tal, menos sana, menos próspera y mucho más infeliz.
Si en 1953, en Gran bretaña nadie hubiera tenido fe en que la investigación básica era importante, Crick, Franklin, Watson y Wilkins tendrían que haberse ganado la vida de otra forma. Ellos eran (Watson lo sigue siendo...) personas inteligentes y capaces, como muchos de los investigadores españoles en la actualidad, y no creo que hubieran tenido problemas para encontrar puestos remunerados en otros ámbitos, quizás en las propios centros de investigación privados, fuera de la universidad, y haberse dedicado a temas más prosaicos. Hubiera sido la sociedad, la humanidad si me apuran, la que no podría habérselo permitido y los miles de personas que han vivido más y mejor gracias a que alguien, una vez, tuvo fondos para investigar el ADN, son la prueba de ello.
La austeridad, la disciplina fiscal y financiera, que dirían unos, los recortes que dirían otros, deberían acotarse en ciertos límites: aquellos que ponen en cuestión el futuro y la Sostenibilidad de nuestra sociedad.
Supongo que la referencia inicial a la fe puede sonar extraña y hasta contradictora para muchos de mis amigos científicos, algunos profundamente irreligiosos, pero esa convicción en que la ciencia nos traerá un futuro mejor puede parecerse un poco....aunque, solamente se parecen “un poco”, porque la fe es la “evidencia de lo que no se ve” y que la inversión en ciencia es esencial, sí que se ve. Sólo hay que mirar con algo más de detenimiento.
En 1975 en el País Vasco 18,56 niños de cada 1000 nacidos morían antes de cumplir 1 año de vida. En 2010 esa cifra se había reducido a 2,60. ¿Se han fijado en que ahora conocemos a muchos más niños con enfermedad celiaca que hace 20 años?... claro, porque entonces se morían antes de cumplir un año… pues fueron Crick, Franklin, Watson y Wilkins y la inversión en ciencia los que, casi 60 años más tarde, gracias a los diagnósticos genéticos, han salvado la vida a todos esos niños.
Si nuestros dirigentes políticos no son capaces de verlo, al menos espero... al menos me gustaría que tuvieran fe.
CARTA ABIERTA POR LA CIENCIA EN ESPAÑA
Lo recibieron conjuntamente con Maurice Wilkins pues Watson y Crick se basaron en las observaciones que aquel y Rosalind Franklin habían realizado experimentalmente. La no concesión del premio a Rosalind Franklin no fue un nuevo caso de machismo, se debió a que aquella brillante biofísica inglesa murió, con tan solo 37 años de edad en 1958 y el reglamento de los Premios Nobel no permite su concesión a personas ya fallecidas.
En los presupuestos generales del Estado para 2012 está prevista una nueva reducción en el presupuesto que España, como país, dedica de su presupuesto público a financiar la Investigación. Será, el tercer año consecutivo que dicho presupuesto desciende acumulando, desde 2010, una rebaja de un 30%.
El gran reproche que como sociedad deberíamos haber realizado a nuestros gobernantes desde que comenzara la bonanza económica, allá por 1996, es que hicieran gala de una cortedad de miras y un cortoplacismo escandaloso: En lugar de invertir en tiempos de abundancia en la ciencia, en la base del conocimiento y que poco a poco, con el paso del tiempo, la riqueza derivada del ladrillo fuera siendo sustituida por la generada por actividades más sostenibles en el tiempo y que produjeran otros beneficios en sanidad, salud o bienestar social.
En lugar de tener esa visión a largo plazo, de pensar en que sucedería dentro de 15 años, nuestros elegidos, subidos en la ola de la abundancia que proveía la burbuja inmobiliaria, se dedicaron a pensar en qué les garantizaría la reelección en 4 años. En infraestructuras, en muchos casos sobredimensionadas, cuando no directamente superfluas y en eventos de relumbrón.
Las empresas, el sector privado sigue trabajando en I+D+i, pero a una empresa no se le puede pedir que invierta en investigación básica. Póngase usted en el lugar de un accionista y piense en un esfuerzo económico importante para una inversión que, puede que sí o puede que no, recuperará, en el mejor de los casos, 20 ó 25 años más tarde. ¿Usted lo haría?
Ese es el papel que debemos hacer como sociedad y que debemos encargar a dirigentes capaces y con visión. Pensar en cómo será el mundo dentro de 20 años y que sin invertir en ciencia, nuestra sociedad será más pobre y, como tal, menos sana, menos próspera y mucho más infeliz.
Si en 1953, en Gran bretaña nadie hubiera tenido fe en que la investigación básica era importante, Crick, Franklin, Watson y Wilkins tendrían que haberse ganado la vida de otra forma. Ellos eran (Watson lo sigue siendo...) personas inteligentes y capaces, como muchos de los investigadores españoles en la actualidad, y no creo que hubieran tenido problemas para encontrar puestos remunerados en otros ámbitos, quizás en las propios centros de investigación privados, fuera de la universidad, y haberse dedicado a temas más prosaicos. Hubiera sido la sociedad, la humanidad si me apuran, la que no podría habérselo permitido y los miles de personas que han vivido más y mejor gracias a que alguien, una vez, tuvo fondos para investigar el ADN, son la prueba de ello.
La austeridad, la disciplina fiscal y financiera, que dirían unos, los recortes que dirían otros, deberían acotarse en ciertos límites: aquellos que ponen en cuestión el futuro y la Sostenibilidad de nuestra sociedad.
Supongo que la referencia inicial a la fe puede sonar extraña y hasta contradictora para muchos de mis amigos científicos, algunos profundamente irreligiosos, pero esa convicción en que la ciencia nos traerá un futuro mejor puede parecerse un poco....aunque, solamente se parecen “un poco”, porque la fe es la “evidencia de lo que no se ve” y que la inversión en ciencia es esencial, sí que se ve. Sólo hay que mirar con algo más de detenimiento.
En 1975 en el País Vasco 18,56 niños de cada 1000 nacidos morían antes de cumplir 1 año de vida. En 2010 esa cifra se había reducido a 2,60. ¿Se han fijado en que ahora conocemos a muchos más niños con enfermedad celiaca que hace 20 años?... claro, porque entonces se morían antes de cumplir un año… pues fueron Crick, Franklin, Watson y Wilkins y la inversión en ciencia los que, casi 60 años más tarde, gracias a los diagnósticos genéticos, han salvado la vida a todos esos niños.
Si nuestros dirigentes políticos no son capaces de verlo, al menos espero... al menos me gustaría que tuvieran fe.
CARTA ABIERTA POR LA CIENCIA EN ESPAÑA
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