Después de más de cuatro años escribiendo este modesto diario creo que puedo hacer dos afirmaciones con cierta rotundidad: la primera es que voy a pasar vergüenza el resto de mis días cada de vez que alguien, más o menos desconocido, me diga "sí, bueno, te conozco por el blog..." La cuestión es que les cuento muchas confidencias en la intimidad del teclado y luego me cuesta ser consciente de que esto lo lee cualquiera que pase por aquí. Yo pensaba que con el tiempo esa sensación se superaba pero, llegados a este punto, me temo que eso ya no va a suceder.
La segunda afirmación, también como reflexión personal y un tanto egocéntrica (aunque, en el fondo, escribir un diario para que lo lean otros es un ejercicio de impenitente e impertinente egocentrismo), es que la fama de pedante que me he ganado en estos cuatro años de reflexiones me seguirá toda la vida. Ya no tiene remedio.
Pues bien, de perdidos al río. Hoy voy a coronarme.
Cuando yo nací, en 1971, mi padre era corresponsal de prensa en Roma como antes lo había sido en París. Mis padres se habían conocido en la universidad, en la Facultad de Filosofía y Letras. Mi madre estudiaba Filología Inglesa y mi padre Filología Románica (latín, francés, portugués e italiano) que compatibilizaba con la de periodismo.
Probablemente por todo ello, el aprendizaje de idiomas fue en nuestra casa algo obligatorio e indiscutible. Casi una obsesión. Desde muy pequeños, mis hermanos y yo estudiamos inglés y otro idioma extranjero obligatoriamente y, voluntariamente, un tercero.
Yo me decanté por el alemán, además del inglés, y cuando tuve ocasión sume el francés a la lista. Además, la presencia del italiano y el portugués era una constante en nuestra familia. De modo que, ahí va la pedantería de hoy: soy capaz de comunicarme y entender con cierta soltura esos cinco idiomas.
Todo esto que les cuento viene al caso de un nuevo servicio que hemos puesto en marcha en AVEQ-KIMIKA. Hemos estado haciendo pruebas y podemos anunciar, con el correspondiente bombo y platillo, que ponemos en marcha el servicio de traducción de Fichas de Datos de Seguridad.
A ver… con calma. Respondo a sus preguntas: no, no nos hemos vuelto locos (al menos no más de lo que ya estábamos) y no, no pretendemos hacerle la competencia (ni leal, ni desleal) a nadie.
Les presento nuestra tesitura: por acción y efecto del Reglamento REACH, lo primero que notarán es que las Fichas de Datos de Seguridad han engordado mucho. Muchísimo. Siguen teniendo nuestros queridos 16 apartados, pero ahora van acompañadas con un anexo de tropecientas páginas en las que se resumen, aunque a veces no parezcan resúmenes, los Escenarios de Exposición.
Las empresas asociadas a AVEQ-KIMIKA que han participado en los consorcios de registro no les ha quedado más remedio, obviamente, que trabajar en inglés. Las Fichas, una vez terminadas, son recibidas por todos los miembros del consorcio en inglés. Los profesionales de las propias fábricas las han traducido al castellano pero claro, algunas de nuestras orgullosas pymes tienen clientes en Francia, Italia, Alemania y Portugal y el Reglamento es muy claro en la necesidad de que las FDS sean entregadas en el idioma del comprador de la sustancia o del preparado peligroso (también venden en otros países, pero con el neerlandés, el danés o el polaco aún no nos hemos atrevido....)
El caso es que una FDS en el nuevo formato puede tener, por ejemplo y no es de las más grandes, 49 páginas. Unas 17.500 palabras.
Es un texto antipáticamente técnico, con muchas frases que debe ser literales a los enunciados que se incluyen en el texto del Reglamento 453/2010 pero que resulta muy repetitivo, especialmente a lo largo de las sucesivas descripciones de los Escenarios de Exposición, pues en muchas ocasiones repite, una y otra vez, la misma frase exacta para responder a la misma circunstancia en los distintos escenarios.
Como les decía, las FDS son recibidas en inglés y los propios técnicos de la empresa se encargan de traducirlas al castellano... pero cuando piden presupuesto para traducir al alemán, al francés y al italiano, se encuentran con que la tarifa que los traductores no bajan de 0,06 €/palabra al francés, 0,08 €/palabra al italiano y 0,09 €/palabra al alemán. Se ponen a echar números y:
Francés --> 0,06 € x 17.500 = 1.050,00 €
Italiano ---> 0,08 € x 17.500 = 1.400,00 €
Alemán --> 0,09 € x 17.500 = 1.575,00 €
Total = 4.025,00 €
Y eso, solamente por un producto... y tienen ¡260 en el catálogo de exportación!
Además las traducciones no-técnicas tienen el déficit de que no suelen respetar las obligaciones de incluir la literalidad de determinadas frases y enunciados en los documentos. Un peligro de incumplimiento normativo no desdeñable.
Nosotros hemos diseñado una alternativa mucho más barata, más efectiva, cuya prosa no será demasiado elegante pero que supone un ahorro muy considerable para las empresas.
El caso es que, entre Borja Fernández Almau y yo, nos hemos liado la manta a la cabeza y hemos empezado a hacer las traducciones. Tenemos la ventaja de conocer a fondo la reglamentación y de que no meteremos la pata en ese aspecto.
Como todavía nos queda vergüenza, una vez realizada la “traducción bruta” se la pasamos a un traductor profesional para que nos realice una revisión, lo que es inmensamente más barato que traducir.
Las pruebas que hemos realizado han salido bastante bien. Tenemos que mejorar en “plazo de entrega” pero, en fin, ya estábamos trabajando para mejorar ese parámetro en otras actividades KIMIKA.
Conclusión, nuestra oferta para traducir Fichas de Datos de Seguridad desde castellano y/o inglés, incluyendo la revisión y corrección por un profesional, independientemente de su tamaño (bueno, con algún matiz), es la siguiente:
Francés --> 600,00 €
Italiano ---> 800,00 €
Alemán --> 1.000,00 €
Total = 2.400,00 €
Les confesaré que es un trabajo muy tedioso y que si alguno de ustedes tiene una alternativa igual de barata (o casi) y que asegure el cumplimiento de las literalidades que marca el Reglamento, les rogaría que me avisaran. Sinceramente, es un marrón del que estoy deseando librarme.
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