En muchas ocasiones, los seres humanos que vivimos en sociedades avanzadas, no parecemos saber muy bien qué es exactamente lo que queremos y lo que deseamos.
Sabemos, aunque no siempre lo reconozcamos, que la ciencia y tecnología nacieron y han avanzado hasta hoy, con el propósito de mejorar nuestra vida, reduciendo cada vez más nuestra exposición a la crueldad de la naturaleza.
A pesar de ello, nuestra añoranza de "lo natural", nuestra idea de "renunciar a todo y volver a vivir en armonía con la naturaleza" es recurrente en la sociedad y gana cada día más adeptos. Esta añoranza es tramposa y fingida porque hemos idealizado la naturaleza hasta tal punto que la imagen que de ella tenemos no se parece en nada a la realidad y se basa en clichés falsos que, al ser repetidos una y otra vez, terminamos por creernos.
Nos engañamos a nosotros mismos y queremos imaginarnos a la “madre naturaleza” como un entorno idílico en el que seríamos felices, conviviendo con hermosos paisajes y majestuosos animales… viviendo en armonía como un elegante tigre de bengala o un bello oso polar…. y ninguno de los dos dudarían un segundo en despedazarnos para servirles de alimento, en cuanto estuviéramos a su alcance, o bebiendo agua de un cantarín arroyo… cuyas bacterias nos provocarían una infección intestinal mortal.
Este proceso de autoengaño alcanza cotas estratosféricas cuando pensamos en los aditivos alimentarios. Oímos constantemente, desde frases publicitarias hasta conversaciones de bar, en las que se pondera un producto por no incluir "aditivos" e identificamos, artificial con “malo” y natural con “bueno”. Y el caso es que nuestra salud, y el acceso de la generalidad de la población mundial a la alimentación, dependen de los conservantes… sí, de los malvados conservantes.
Entre ellos, son, sin ninguna duda, “aditivos artificiales”, por ejemplo, el azúcar o el vinagre, pero sus nombres nos resultan familiares y no nos producen rechazo… sin embargo, de otros aditivos, tan naturales o tan artificiales como aquellos, no nos gusta ni siquiera conocer su origen.
Por ejemplo, el colorante alimentario E-120, conocido como ácido carmínico (C22H20O13) es un producto obtenido del cultivo y procesado del insecto Dactylopius coccus también conocido por su nombre común: cochinilla.
Aunque otras especies de cochinilla se utilizaron para el mismo fin en Europa desde la Edad del Hiero, el insecto que se utiliza en la actualidad procede de México y vive colonizando determinados tipos de cactus. Se cultiva de forma mayoritaria en Perú, Chile, el propio México y las Islas Canarias.
Solamente se utilizan las hembras que tardan en alcanzar la edad adulta unos 3 meses. De hecho, los machos solamente viven 3 días y carecen de la capacidad de alimentarse. Una vez cumplida su función reproductora, mueren.
Para la obtención del pigmento, denominado carmín, los insectos se recogen, se secan y se hierven con agua ligeramente ácida. Se precipita el sólido, añadiendo alumbre y cal, para que, al combinarse con aluminio y calcio se genere el intenso color rojo característico. Hace falta aproximadamente 1 kg de insectos para obtener 50 g de este valioso pigmento.
Es el colorante de referencia para cosméticos, embutidos, productos lácteos y bebidas, aunque en los últimos tiempos se ha ido sustituyendo por otros colorantes sintéticos más baratos.
¿Nos parece el E-120 suficientemente "natural" para excluirlo de la categoría colorantes “artificiales"?, ¿dónde está el límite?, ¿es más o menos "natural" que el yogur al que da color?.... ¿es usted consciente de que, cada vez que se pinta los labios, está extendiendo jugo de cochinilla con parafina de petróleo en la boca?... ¿es eso lo suficientemente “natural”?...
Creo que lo peor de todo este movimiento social, desagradecido con la ciencia, es que puede provocar efectos catastróficos: rechacen, por favor, a cualquiera que quiera convencerles de que vacunar a sus hijos es “malo”. Insulten, por favor, de mi parte, a cualquiera que les intente convencer de que el cáncer se cura con zumos de fruta “naturales”. Son unos irresponsables.
Traten con algo más de cariño a aquellos que se hacen llamar “animalistas”. Siempre me verán en contra de cualquier acto de crueldad con los animales pero, en fin….hablar de los “derechos de los animales”, es una forma de pensar totalmente incoherente. Pregúntenles: ¿por qué debe tener más derechos un perro o un gato que una cucaracha?... ¿o un tigre de bengala que el parásito de la malaria?
Yo no renuncio a nada de lo que nos ha dado la ciencia y la tecnología. No quiero renunciar a poder beber agua del grifo de mi casa y, para ello, necesito que alguien fabrique el cloro con la que tratarla.
Espero y confío (en mi caso, de hecho, lo sé y lo atestiguo) que la empresa que fabrica ese cloro lo hace con las mejores garantías de seguridad y el máximo respeto al medio ambiente posible pero, como ciudadano del siglo XXI, en la parte alícuota de la naturaleza que como tal me corresponde, soy firme partidario de que las empresas que fabrican, distribuyen, transportan y aplican el cloro sigan trabajando... sigan defendiéndome de la crueldad de la naturaleza.
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5 comentarios:
Gracias Luis, me ha parecido un artículo interesantísimo para la reflexión! Me gustaría aportar dos ideas.
En relación con los animales, mi corazón siempre me ha hecho compadecerme más de los mamíferos que de los insectos porque supongo que tienen mayor capacidad de sentir y sufrir, quizá algún día lo sepamos a ciencia cierta. Por otro lado, no sé si puede decirse que los animales tienen "derechos", pero de lo que estoy segura es de que el mero hecho de ser más inteligentes no nos da derecho a nosotros a maltratarlos.
Y en cuanto a la idea de que la ciencia nos protege de la crueldad de la Naturaleza, creo que la clave está en discernir lo que es necesario (agua para beber) de lo superfluo (un pintalabios). Seguramente sería mejor si todos fuéramos más conservadores a la hora de establecer lo que realmente necesitamos.
¡ENHORABUENA! Me parece una reflexión muy valiente.
Pues, en primer lugar, gracias a ti por dedicar un rato a mis reflexiones.
Esa distinción entre mamíferos y el resto de los animales no es sencilla: ¿podemos ser crueles con un ave?, ¿tenemos licencia para matar a una tortuga?... ¿sólo si nos la comemos o también si queremos hacer un objeto decorativo con su concha?... En Corea, comer carne de perro está al orden del día...
Todo se hay que llevarlo a una cuestión de cultura humana... y, estoy completamente en contra (y lo he puesto aquí en alguna ocasión) en contra del sufrimiento y la muerte de animales por diversión (sean corridas de toros o colecciones de mariposas...)
Muchas gracias, José Luis, pero me dejas un poco preocupado... ¿"valiente"?... ¿por qué "valiente"?
Vaya por delante la enhorabuena por el blog en su conjunto.
Suelo leer tus entradas con asiduidad. Los artículos se leen de manera muy amena. Los temas suelen ser de mucho interés para la industria quimica pequeña, sin medios para estás más al tanto de los intrincados requisitos de las administracioes. (Las introducciones históricas suelen ser, además muy entretenidas e ilustrativas.)
Sin embargo tras leer esta entrada, me quedé contrariado con la introducción...
Y tras ver a los pocos días en La 2 de RTVE la pelicula "Ente lobos", lo corroboré: Aqui has "patinado".
La introduccion de lo peligroso que es la naturaleza para el ser humano, y la quimica que nos viene a salvar, de los tigres, los peligrosos venados, los amenazantes conejillos, y los siniestros osos panda...
En fin...
Creo sinceramente que el blog es más interesante cuando se tratan temas que afectan al día a día de las empresas, aunque se pueden amenizar con entradas curiosas o históricas (, que tan bien te suelen salir).
Muchas gracias y enhorabuena por tu blog.
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