viernes, 27 de mayo de 2016
El joven Henry Moseley
Provincia de Galípoli, Turquía.
8 de agosto de 1915.
Hacía calor aquel día, cuando Henry, teniente del Real Cuerpo de Ingenieros, se sentó en una silla frente al telégrafo, dispuesto a enviar las órdenes que le había dado su comandante.
Hacía calor, mucho calor. La legión de moscas, que acosaba a los soldados en las trincheras, era una pesadilla que obsesionada a Henry y a todos los soldados del cuerpo expedicionario anglo-francés. Le daba vueltas a porque, en aquel tórrido verano, en aquella abrupta península en la entrada de los Dardanelos, los estrechos que comunican el mar Egeo con el pequeño mar de Mármara, que finalmente conduce al Bósforo y al mar Negro, se concentraban moscas en tal cantidad. Pensaba cómo evitar que nubes negras de aquello insectos se arremolinaran sobre las heridas de los soldados o que abrir una lata de carne para el almuerzo fuera una pesadilla en forma de nube negra. Henry era científico y, cómo tal seguía pensando.
La campaña había sido un desastre. Y los soldados franceses, británicos, australianos y neozelandeses allí atrincherados, lo estaban pagando en sangre, en sudor, en hacinamiento y privaciones.
El primer lord del Almirantazgo, un joven llamado Winston Churchill, había tenido una idea francamente buena pero se había ejecutado muy mal.
El gran imperio ruso, aliado de Francia y Gran Bretaña, luchaba en un amplísimo frente contra Alemania y el Imperio Austro-Húngaro. Rusia disponía de un gigantesco ejército pero Churchill sabía, y Henry también, que la guerra moderna se gana en la logística.
Alemania y Austro-Hungría luchaban en dos frentes. Al oeste, en Francia y al este en Rusia. El inmenso ejército ruso sufría de enormes carestías y, en la guerra moderna, tan demandante de armas y municiones, de vehículos, de combustible para los vehículos y un largo etcétera, luchaba en inferioridad de condiciones.
Francia y Gran Bretaña querían y les convenía enormemente ayudar a los rusos, haciéndoles llegar material, equipos, medicina y comida en convoyes de barcos.
Hacerlo por el mar Báltico estaba descartado por una razón obvia llamada Armada Alemana. Los puertos del norte de Rusia, Múrmansk o Arcángel, además de las dificultades que provocaba el invierno, quedaban a más de 2.000 km del frente, con lo que eso supone en un país con tan pocas infraestructuras como la Rusia zarista.
Sin embargo, el Mediterráneo tenía un acceso mucho más fácil y solamente Turquía, el aliado más débil de los imperios centrales y su control sobre los estrechos del Bósforo y los Dardanelos, se interponían en ese viaje.
Pero todo se hizo mal desde el principio. La primera oleada de tropas de australianos y neozelandeses lucharon con bravura, a pesar de su inexperiencia, pero los comandantes ralentizaron el avance y permitieron que los turcos se atrincheraran en los altos de la península impidiendo con sus ametralladoras cualquier progreso.
Los británicos quedaron taponados entre el mar y las balas turcas. Sin más agua, ni comida que la que llegaba por barco, bajo el abrasador sol del Mediterráneo y siendo pasto de miles de aquellas malditas moscas.
Henry se pasó la mano por la frente y trató de apartarse el sudor de los ojos.... y eso que los cascos, decían, eran los nuevos modelos "de verano".
"¿Qué estarían haciendo su madre y su hermana en aquel momento?", se preguntó. Sin duda, julio y agosto es la mejor época del año en el sur de Inglaterra. "Cuando vuelva", pensó de nuevo, "voy a salir un poco más del laboratorio y disfrutar del aire, de la lluvia y los paisajes verdes".
En realidad, Henry solamente tenía 27 años pero había pasado los últimos 40 meses enfrascado en sus investigaciones y, bueno, sin pecar de falsa modestia, podía presumir de haber conseguido algunos logros. Su mérito no era otro que el de haber aprendido de sus maestros y, con la insolencia que solamente da la juventud, repensar lo aprendido y reformularlo. Dar un nuevo enfoque a un viejo problema.
La tabla periódica de gran genio ruso Mendeleyev tenía ya más de 40 años. Y era una obra de arte. En aquel enorme país, tan atrasado, un genio se había dado cuenta de que los elementos químicos podían ordenarse y, en función de sus características, adivinar las propiedades de elementos aún no descubiertos.
Pero, hasta entonces, la tabla se ordenaba en función del peso atómico de los elementos y algunas cosas no terminaban de cuadrar.
El joven Moseley, una vez graduado en Trinity College, ante la falta de oportunidades para investigar en Oxford, se trasladó a la Universidad de Manchester, donde se puso a las órdenes de Rutherford, que ya había ganado el premio Nobel en 1908, e impartió clases a jornada completa durante su primer año. A partir del segundo, pudo centrarse cada vez más en la investigación.
En 1913 volvió a Oxford, siguió a dándole vueltas al problema de la periodicidad de los elementos y la medición de la difracción de ondas de alta energía en cada uno de ellos, es decir, a cómo cada elemento químico desvía los rayos X de forma diferente y, si midiendo está desviación era posible descubrir un patrón.
Y, ante el asombro y expectación de sus maestros, Henry construyó su propia máquina de rayos-X y comenzó a probar, uno por uno, los elementos conocidos.
Con ello descubrió que la característica esencial de la materia que marca la periodicidad y el orden de los elementos, no es el peso atómico, sino el llamado número atómico, el número de protones que componen el núcleo de su átomo. Tan lineal es la relación, que Henry predijo, años antes de ser aislados o sintetizados, la características exactas de 4 elementos que aún no se habían descubierto. De cuatro huecos que quedaban en la tabla.
En noviembre de 1913 publicó los resultados de su investigación y, casi unánimemente, la comunidad científica internacional le señaló como futuro ganador del premio Nobel. En apenas 40 meses, con una solución innovadora y sencilla, había solucionado un problema al que insignes químicos habían dedicado los últimos 30 años.
Y entonces la guerra se interpuso en su carrera. El Imperio Británico declaró la guerra a Alemania cuando las tropas del kaiser invadieron la neutral Bélgica para atacar Francia y Henry sintió que era su deber alistarse.
Su madre, sus compañeros y maestros se horrorizaron y le pidieron que desistiera pero cuando Henry estaba verdaderamente determinado a hacer algo, sencillamente lo hacia.
Henry Moseley murió 2 días después. Aún no había cumplido los 28 años y el premio Nobel de química de 1916 quedó desierto, al parecer, porque la normas del premio prohiben concedérselo a alguien que haya muerto.
Cuando los aliados finalmente desistieron y evacuaron Galípoli, en enero de 1916, unos 550.000 hombres habían muerto en aquella devastada tierra.
Pero la historia de Henry Moseley nos habla de dos cosas: de lo estúpidas que son las guerras y de que la nueva visión de la juventud puede ser el revulsivo, que, cualquier empresa humana, proyecto, aventura o investigación científica, que incluso su organización, sí, la de usted, necesita.
Ayer, 26 de mayo, Amets Moreno, nuestra coordinadora de seguridad cumplió 28 años. La edad que Moseley no llegó a cumplir. Amets, que comenzó a trabajar con nosotros con 26, en dos años, ha puesto el área de seguridad a un nivel, que antes de su llegada, ni hubiéramos soñado.
Quizás, al menos eso quiero pensar, Juanjo Navarro, el presidente que confió en mí para dirigir la asociación, cuando yo tenía, precisamente, 26 años, llegó a pensar lo mismo.
Hace unos días, Jorge García del Arco, una de las personas que más sabe de innovación y de innovar de este país y que además la practica, compartió esta viñeta en su perfil de Linkedin:
Pues en AVEQ-KIMIKA llevamos muchos años liderando el cambio y, para hacerlo, necesitamos de nuestros jóvenes. Háganme caso, abran las ventanas dejen entrar aire fresco en su organización. Verán como compensa.
Volver a www.aveq-kimika.es
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4 comentarios:
Siempre acertadisimo y ameno, Luis!
Excelente artículo, Luis.
He advertido algunos lapsus importantes. Donde dices: "¿Qué estarían haciendo sus padres en aquel momento?"; debes decir: "¿Qué estarían haciendo su madre y su hermana en aquel momento?". Su padre había muerto cuando no había cumplido los cuatro años, es decir, hacía unos veintitrés años.Por favor revisa mi artículo Román, Pascual. Henry Moseley: rayos X, tabla periódica y guerra. conCiencias, 2014, 12, 4–21. Lo hallarás en: http://www.ehu.eus/proman/datosautor.htm
Donde dices: "la medición de la refracción de ondas de alta energía"; debes decir: "la medición de los espectros de difracción de los rayos X de alta energía de los elementos".
Donde dices: "los elementos conocidos."; debes decir: "los elementos metálicos conocidos entre el aluminio y el oro, con excepción del escandio".
Donde dices: "En noviembre de 1913 publicó los resultados de su investigación"; debes decir: En noviembre de 1913 y mayo de 1914 publicó los resultados de su investigación" Véase el artículo antes citado: The High Frecuency Spectra of the Elements (Manchester, 1913) y High Frecuency Spectra of the Elements. Part II. (Oxford, 1914).
Donde dices:"Sus padres"; debes decir: "Su madre, su hermana y su maestro Ernest Rutherford intentaron disuadirlo, así como...
Otros lapsus menores que he visto son:
Donde dices: "combustible para lo vehículos"; debes decir: "combustible para los vehículos".
Donde dices: "pero lo comandantes ralentizaron el avance"; debes decir: "pero los comandantes ralentizaron el avance".
Donde dices: " ha puesto la área de seguridad"; debes decir: "ha puesto el área de seguridad".
Un fuerte abrazo,
Pascual
Muchas gracias, Chantal, es un honor tenerte como lectora.
Dr. Román: le voy a nombrar revisor oficial de las entradas de este modesto blog. A cambio, la remuneración que le ofrezco será invitarle a un café en la cafetería del campus.
Procedo con las correcciones aportadas. Confieso que leí su articulo hace tiempo y que asistí a una conferencia suya al respecto... pero me he fiado de mi flaca memoria.
Lo dicho: procedo.
Mil gracias por la ayuda.
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