Les advierto que en esta entrada voy a rozar peligrosamente eso que en el mundillo de los blogs se denomina “off-topic”. Es este un fenómeno que se produce cuando el ego del autor de un blog sube más de lo debido y empieza creer que los lectores le seguirán leyendo aunque empiece a escribir sus propios desvaríos y no se ciña al tema propio del blog. Como les decia, un error clásico que estoy a punto de cometer.
Hace tiempo que tenía ganas de contarles algo que me llama la atención. Una reacción que suele provocarse en muchas personas cuando alguien trata de hacer las cosas bien, algo que hace tiempo que me molesta y que, con la situación económica de los últimos años, me empieza a molestar mucho, sobre todo por contraste con otra reacción que suelen tener, esas misma personas, ante otro estímulo muy similar con una sutil diferencia.
Cuando alguien asume su responsabilidad personal en materia ambiental: trata de utilizar el coche lo menos posible, va a la compra en bici y trata de separar la basura lo más escrupulosamente que puede, la reacción que suele provocar en terceros es de cierta admiración con un ligero toque de mala conciencia.
Sin embargo, cuando alguien comenta que trata de hacer las cosas bien en materia fiscal, es bastante habitual que la reacción sea diferente.
Y es que me molesta profundamente (aquí viene el off-topic) cuando le digo a alguien que yo siempre pago todas las facturas con IVA y que me enfado cuando alguien me pregunta “con o sin”, alguno de los presentes me dice “pues eres tonto, si lo hace todo el mundo”.
Estoy un poco cansado de oír eso de que la crisis (y los problemas ambientales) la provocaron “otros”. Hace ya tiempo que ando sermoneando, en materia ambiental, contra esa costumbre de atribuir a “otros” los problemas y pensar que, por lo tanto, serán “otros” los que tengan que hacer algo para remediar la situación. Resulta un poco cansado esta sociedad irresponsable en la que nadie tiene la culpa de nada.
Hace ya unos 7 años a mi mujer le quedaban pocos meses para dar a luz. Vivíamos por entonces en un pequeño y cómodo apartamento, pero el nacimiento de nuestra hija nos forzaba a pensar en cambiarnos de casa.
Una tarde de sábado, paseábamos por una zona residencial cuando vimos un cartel de “Se Vende” en la ventana de un piso en una comunidad con muy buena pinta, aparentemente en última fase de construcción. Como indicaba una inmobiliaria cercana, a penas a un par de manzanas, decidimos acercarnos a preguntar.
Nos recibió una amable señora, que ya no cumpliría los 60, que nos informó con todo lujo de detalles sobre el tamaño, las calidades y los materiales del piso.
- Pero, ¿el piso está aún en construcción? – pregunté
- Bueno, sí. Se entregará en un par de meses. Lo que pasa es que el matrimonio que lo vende ya pago la señal al constructor y ahora lo pone a la venta. Al día siguiente de la firma con el constructor, firmarían con vosotros.
Un poco extrañado pregunté
- Y, ¿cuánto piden?
- Pues serían 42 millones y luego otros 5 en dinero de Burundi…>
- ¿De Burundi? – acerté a preguntar
- Sí, en B, en dinero negro, vamos… - y ante mi cara de estupefacción me preguntó - ¿Tendríais algún problema con lo del dinero B?
- Hombre… es que… siendo inspector de Hacienda – le dije y la que demudó la cara entones fue ella.
- ¿Eres inspector de Hacienda? – balbució
- Pues no, pero podría haberlo sido. Lo que me deja alucinado es que usted me invite a participar en un delito, fiscal pero delito, sin saber ni si quiera cómo me llamo.
Por supuesto no compramos aquel piso.
El negocio parece ser que consistía en que los vendedores habían entregado 500.000 ptas al constructor como señal sobre plano y, transcurridos casi dos años de obras pretendían (“con un precio muy ventajoso sobre el precio de mercado” nos dijo aquella señora), venderlo por 5 millones adicionales sobre lo firmado por el constructor.
Con una inversión de 500.000 pts pretendían ganar 5 millones. El problema es que una plusvalía tan grande en un plazo tan corto (a efectos fiscales las 24 horas entre las dos firmas) estaría fuertemente gravada por impuestos. Es decir un 1000% de beneficio sin haber hecho nada y les resultaba indignante que Hacienda quisiera llevarse "tajada".
Supongo que el negocio se realizaría, e imagino que esas mismas personas, la noche que completaron tan suculento negocio, viendo las noticias en la televión, oirían hablar de no sé cuál concejal, o de tal constructor, o de una recalificación de terrenos en no sé donde y dirían, con gran indignación, "¡Qué vergüenza!, ¡vaya panda de chorizos!" y se irían a cenar tranquilamente.
¿No tienen ustedes un vecino, un cuñado o unos de la cuadrilla del pueblo que presumen de lo bueno que es su asesor físcal y de cómo paga a Hacienda mucho menos de lo que debieran?, ¿no tienen un primo experto en encadenar bajas que dice haberse "camelado" a la médico de cabecera y que nunca va a trabajar?, ¿no tienen un conocido del barrio que compró un piso, sin ninguna intención de vivir en él, que lo volvió a vender a los 6 meses y que hizo un "negociazo"?, ¿no tienen un vecino que se ajusta al triste (y habitualmente injusto) tópico del funcionario que cuenta alégremente los trucos que usan en su servicio para escaquearse y trabajar lo menos posible?... pues, cualitativamente, todos esos son tan culpables de la crisis como el más malvado de los banqueros de Wall Street.
Hay una anécdota atribuida a Groucho Marx que me viene al pelo. Digo que “atribuida” porque hay quien dice que su verdadero protagonista fue Richard Feynman, premio Nobel de física en 1965, y cuya peculiar forma de ser está genialmente reflejada en el libro “¿Está usted de broma, Sr. Feynman?”. Y les aseguro que su vida y pensamiento no tiene nada que ver con lo que se espera de un físico teórico.
El caso es que cuentan que Feynman estaba charlando una vez con una atractiva mujer y le dijo:
- "Si le diera un millón de dolares, ¿se acostaría conmigo?
- "Bueno... un millón de dolares es mucho dinero, y usted es bastante atractivo... creo que al menos lo consideraría. Es posible."
- "Estupendo. El caso es que no tengo un millón de dolares... ¿se acostaría conmigo por 100?
- "¡Bueno!" - contestó la mujer indignada - "¿por quién me ha tomado?"
- "En fin. Perdóneme. Pensaba que eso había quedado ya claro con la primera respuesta... y que ahora solamente estábamos discutiendo el precio"
Ustedes, honorables lectores de este humilde blog, seguro que no han dejado de pagar un euro a Hacienda en su vida, pero si conocen alguien que presuma de ello, dígale de mi parte que se abstenga de indignarse cuando detengan a un político y que, por favor, no insulte a los que tratamos de hacer las cosas bien.
Se lo agradecería mucho.
(Perdón por el off-topic. Por cierto, el título no es mío, es original de este señor. Gracias, padre.)