jueves, 16 de octubre de 2008

Cambio climático en el Guggenheim


Hoy jueves 16, a eso de las 12:30, Al Gore, ex-vicepresidente de los Estados Unidos y premio Nobel de Paz, imparte una conferencia sobre la amenaza global que supone el cambio climático y, sobre cómo está precipitando el ser humano ese cambio y, sobre todo, cuál es su visión sobre qué deben hacer gobiernos, empresas y ciudadanos para afrontar ese reto.

Los organizadores, el Departamento de Medio Ambiente del Gobierno Vasco y por Ihobe, han tenido la amabilidad de invitarme.

Aunque el consenso en la realidad del cambio climático y en el grado de influencia que tiene el ser humano en dicho cambio no es absoluto, pocos son los que se atreven a negarlo.

Las evidencias de dicho cambio no son "noticiables", no son las que difunden los medios de comunicación y, por mucho que insistan, las tormentas y trombas de agua en Levante durante el principio de otoño, más o menos intensas, han venido sucediendo desde que se tiene noticia.

Las evidencias las extraen los científicos en forma de tubos con estratos de hielo, comparando su grosor y contenido en CO2 y vaticinando que, de seguir la evolución, de continuar la línea que marca la gráfica en unos años dejará de formarse hielo y comenzará a derretirse.

Esa evidencia, sin embargo, no debe convertirnos en ciegos partidarios de cualquier medida o propuesta que se autocalifique como "de lucha contra el cambio climático". Debemos seguir siendo críticos y, como decimos a los chicos y chicas que participan en nuestras actividades de fomento de las vocaciones científicas: hay que tomar decisiones basadas en la evidencia y no en principios de supuesta autoridad (como lo ha dicho “nosequien”...).

El ideal, el principio político que puso en marcha el Protocolo de Kyoto es sencillamente indiscutible: dado que la atmósfera es de todos y que tiene el mismo supuesto derecho a contaminarla un ciudadano de la selva del Congo que un urbanita europeo adicto al coche, los exceso nuestra cuota de contaminación que emitimos los occidentales los compensaremos con ayudas al desarrollo para los países que no alcanzan dicha cuota. Hasta ahí todo perfecto.

Las cosas comienzan a desviarse cuando países de la importancia de China y Estados Unidos no ratifican el protocolo y cuando la Unión Europea insiste en ejercer un liderazgo en esta materia con una premisas políticas con las que no podemos estar de acuerdo.

Esas premisas políticas podrían resumirse en que los ciudadanos europeos, no somos sujetos de obligaciones en materia ambiental solamente sujetos de derechos. A pesar de que la industria solamente genera porcentaje menor de la emisiones de gases de efecto invernadero del global emitido en Europa, la Directiva 2003/87/CE de Comercio de Derechos de Emisión solamente incide en el sector industrial y en el de la energía. Medidas como el incremento del precio de los carburantes de los vehículos particulares, mediante el aumento de los impuestos que los gravan e instaurando un gasóleo profesional para limitar su efecto en la inflación o la instauración de peajes para la entrada de vehículos particulares en las grandes ciudades, se descartan por impopulares y por su evidente coste en votos, y se incide en un agente ajeno en principio al ciudadano, en “el malo de la película”, que siempre es la industria.

Supuestamente, y todos confiamos en que así funcione, a largo plazo la imposición de costes por emisión de CO2 a la industria fomentará la investigación y el desarrollo en procesos energéticamente más eficientes y la industria europea internalizará ese coste ambiental siendo otra vez competitiva, pero por el camino las pérdidas pueden ser enormes, para la economía europea... pero también para el medio ambiente, lo que resulta francamente desalentador.

Me explico: si la industria europea de neumáticos internaliza los costes de las emisiones de CO2 que se producen en todo el proceso de fabricación el coste unitario de producción de cada rueda subirá. Los neumáticos fabricados en países que no internalizan dichos costes ganarán cuota de mercado, porque los europeos seguiremos consumiendo, con lo que al CO2 generado en procesos probablemente mucho menos eficientes habrá que sumar los del transporte del neumático hasta el mercado europeo con lo que el efecto económico será negativo y el efecto ambiental.... también, con una mayor cantidad de CO2 en la atmósfera para producir el mismo bien de consumo... es decir, el Desarrollo Sostenible justo al revés.

A un problema de escala tan global como este sólo puede responder con medidas globales.

Veremos a ver que opina Al Gore.

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