viernes, 20 de diciembre de 2013

11 horas en Gipuzkoa



Se supone que esto de los blogs tiene que ver con que cada uno cuente su vida. En realidad, esto no es más que un diario. Así que hoy he decidido contarles lo que hice este pasado miércoles en San Sebastián y alrededores.

Algunos de ustedes ya saben, pues creo habérselo contado alguna vez en estas mismas páginas, que yo no soy más que "medio de Bilbao". Asumo que es un defecto grave, del que no debería alardear, pero creo mucho en la sinceridad. No es que presuma de ello, claro, pero es un dato importante que no debo ocultar.

Aunque, debido a la profesión de mi padre (corresponsal de prensa) mi familia vivió en varias ciudades Europeas, desde muy pequeño hasta los 26 años, viví en Madrid y no fue hasta entonces que me vine a vivir a las orillas de El Abra.

Durante todo aquel tiempo, mis padres siguieron manteniendo una estrecha vinculación con el valle de Zuia, con Murgia, y allí pasábamos aquello largos veranos, hoy desaparecidos, de nuestra infancia y adolescencia. Murgia, y por cercanía y vinculación, Bilbao y Vitoria, son el escenario de muchos de los mejores, y también alguno de los peores, recuerdos que guardo.

Sin embargo, San Sebastián quedaba lejos. Es cierto que todos los veranos, al menos hacíamos una excursión a Donosti, a Zarautz, a Hondarribi, a La Concha y a tomar un helado a la heladería italiana del Boulevard, pero solamente era turismo.

Es seguramente por todo ello que, cuando en 1997 comencé a trabajar en la Asociación de Quimicas, el territorio de la Comunidad Autónoma Vasca que menos conocía era Gipuzkoa.  Desde entonces, he ido descubriendo un lugar y una gente a la que no dejo de admirar.

Ayer miércoles (antes de ayer para ustedes), encadené tres citas distintas en Gipuzkoa que, si bien todas ellas estaban relacionadas con el medio ambiente industrial, no tenían demasiada relación entre sí y, sin embargo, en las tres terminó saliendo una cuestión, muy propia de la forma de ser y de trabajar de los guipuzcoanos.

Por la mañana, Iñaki Ugarte, director del Cluster del Papel de Euskadi, había tenido la amabilidad de invitarme a una reunión ordinaria del grupo de trabajo de responsables de medio ambiente de las empresas papeleras de la Comunidad Autónoma.

Hace ya tiempo les conté mi visión sobre el papel. Les conté que considero que el papel tiene un hueco en un mundo sostenible. Les expliqué que, en mi modesta opinión, el axioma que todo el mundo parece creerse que dice que el papel es "malo" para el medio ambiente es falso. La sociedad piensa que, al usar el papel, se destruyen los bosques y se imagina, con una lágrima en la mejilla, a las ardillas expulsadas de su hogar... es curioso que no ocurra lo mismo al comer pan y pensar en los pobres ratoncillos expulsados de sus madrigueras por las cosechadoras...

Hoy en día, el papel que se elabora en Euskadi procede de bosque sostenibles, de plantación, que capturan dióxido de carbono de la atmósfera y luchan contra el calentamiento global... y no se me ocurre una forma más noble de almacenar carbono que en forma de biblioteca.

Tras una larga e interesante introducción dedica a comentar los aspectos más destacados de la norma ISO14.006 de ecodiseño, Iñaki llevó la reunión a un endiablado ritmo de marcha, pasando por una docena de temas que preocupan, pero que sobre todo "ocupan", a los departamentos de medio ambiente de las papeleras.

Aunque asistían al menos dos empresas de Bizkaia, la mayoría, como es lógico, era de Gipuzkoa. Forman todos ellos un selecto grupo, con un elevadísimo nivel técnico, que me recordaba mucho a nuestras propias reuniones. Personas que hacen su trabajo rozando la perfección pero que se enfrentan a una sociedad que no se lo reconoce y, sobre todo, que no hace más que recordarles un pasado mucho menos glorioso.... a este respecto, siempre me he preguntado por qué no se les recuerda siempre a los médicos la época en la que hacían sangría tras sangría hasta matar al paciente...

A mediodía había quedado para comer con dos técnicos de una empresa asociada. No me dejan decir con quién (y es eso parte de la idiosincrasia de los valles de Gipuzkoa) pero que si me dejaran, ya les habríamos propuesto para los Premios Europeos de Medio Ambiente.

Comimos un menú en un restaurante de un polígono cercano y me estuvieron contando sus dos últimos años de trabajo, peleando a brazo partido, en mercados y foros europeos, con algunas de las empresas más competitivas de la química mundial. Son líderes en inversión y en tecnología, en emisiones y en balance ambiental y se han visto obligados a presionar al alza a la Comisión Europea en su exigencia ambiental... muy a pesar de los esfuerzos en sentido contrario de representantes británicos y alemanes.

Por la tarde, rematé el día acercándome al Kursaal. Llegué con tiempo y me asomé al muelle, junto a la playa de la Zurriola, a contemplar las olas pelear contra el Urumea y saqué la foto que ilustra esta entrada.

Fui testigo del austero, sencillo y breve homenaje que el Gobierno Vasco ofrecía, de la mano del propio Lehendakari, a las empresas verificada con el Reglamento EMAS. Tres empresas asociadas recogieron su diploma, FPK, Tepsa y Laboratorios Inteman.

Al terminar, mientras los homenajeados se hacían la correspondiente foto de familia, tuve ocasión de charlar con dos expertos en comunicación ambiental, con los que siempre resulta muy interesante hablar, como son Susana Unzurrunzaga y Xabier González Vegas.

Hablamos, claro está, de lo importante que hacer visible el reconocimiento que la industria vasca merece por el trabajo bien hecho en materia ambiental en los últimos 20 años pero también, de la tremenda paradoja, de la que en gran medida son las propias empresas culpables, por sus reticencias a comunicar, a venderse y a contar a los cuatro vientos lo bien que están haciendo las cosas.

Somos los vascos poco dados a "vendernos", y quizás los guipuzcoanos menos aún. Empresas situadas en el fondo del valle del Oria, del Deba o del Urola, líderes mundiales en su particular sector, exportando a más de 30 países, certificados en los más altos estándares de excelencia ambiental... y de los que sus vecinos nunca han oído hablar.

"Cuando no hacíamos las cosas bien, no decíamos nada, y ahora, que las hacemos al mejor nivel mundial... seguimos sin decir nada - me dijo uno de los técnicos a los que pude saludar, uno que no se priva de vestirse de cocinero y tocar el barril cada 20 de enero - Luis: puedes esforzarte todo lo que quieras, pero no creo que consigas cambiarnos, nosotros somos así..."

1 comentario:

Iñaki Ugarte dijo...

Muchas gracias, Luís, por participar en nuestro Grupo de Trabajo y por las palabras que dedicas a nuestro producto estrella, el papel.
Los técnicos medioambientales, tanto en tu sector como en el nuestro, se mueven en un mundo complicado, amargo e ingrato haciendo un trabajo excelente para que las empresas para las que trabajan sean líderes.
Colgarse medallas en el ámbito medioambiental, incluso justificadas, suele ser complicado ya que en una sociedad que a menudo denosta lo industrial a pesar de ser la base de su bienestar, decir que uno lo hace bien suele estar bastante mal visto. En esto tenemos todos (empresas, Administración y sociedad en general)que evolucionar. Pero lo que no debemos permitir en ningún caso es que se digan mentiras sobre los impactos medioambientales de cualquiera de nuestros productos.
Un abrazo y Felices Fiestas.