viernes, 3 de junio de 2016

Matar



Para comenzar suave, ganando audiencia, una pregunta filosófica de difícil respuesta: ¿matar es siempre algo "malo"? o, formulada la pregunta de forma más seria: ¿el acto de matar es siempre intrínsecamente negativo?.

Creo que obvia decir que no me estoy refiriendo, por supuesto, a seres humanos y, desde ya advierto, que me niego a debatir sobre la pena de muerte, una de las más horrendas barbaries que ha conocido la humanidad.

Respecto a los animales, confieso mis dudas y aceptó mis defectos y contradicciones. Durante mucho tiempo me negué a matar ningún animal, insectos incluidos. Si una mosca entraba en mi casa, me limitaba a atraparla con vida y expulsarla. Sin embargo, nunca he dejado de comer carne y, siendo realistas, lo único que realmente hacía, era delegar en otros la acción de matar, disfrutando yo de sus beneficios.

Pero soy consciente de que mi negativa a matar animales, a utilizar insecticidas en mi casa, se aprovechaba del hecho de que, durante muchos años, Europa ha sido ampliamente fumigada y tratada con ellos, desterrando enfermedades, antes endémicas en nuestro ámbito y hoy, por suerte o por esos esfuerzos más bien, desaparecidas.

Entre julio y diciembre 1821, por un brote de fiebre amarilla transmitida por un mosquito, murieron más de 6.000 personas en Barcelona. Hasta la proliferación del DDT, con toda la polémica que su uso ha supuesto, la malaria era común en los países de la Europa mediterránea y no fue hasta 1964 que la OMS declaró erradicada la enfermedad en España.

Mi actitud personal, infantil, contradictoria y un tanto egoísta, comenzó a resquebrajarse cuando mi hija era un bebé. Después unas cuantas mañanas de despertarla con unos terribles habones en la cara, provocados por picaduras de mosquitos, a modo de venganza, comencé a matar con saña a cada uno de aquellos malvados bichos que tenía la desgracia de cruzarse conmigo, dentro de mi casa.

Yo he aceptado mis contradicciones y las reconozco pero... ¿ustedes lo han hecho?, ¿la sociedad urbana occidental lo ha hecho?. Y digo "urbana" porque mi abuela, en su caserío, siempre tuvo clara cuál era la función y el último fin de los animales que criaba con tanta dedicación y cariño y, de crío, siempre me asombraba la sencillez con la que, cuando había que matar una gallina o un conejo, simplemente, los mataba.

Pero en este blog ya he hablado de los derecho de los animales, y ya me he llevado mis capones por ello, así que, hoy voy a ir un poco más allá y voy a insistir en mi incorrección política y provocadora al afirmar, con rotundidad, que matar es un hecho natural y que la naturaleza nos ha concedido la inteligencia y el derecho a usarla para proteger a nuestros hijos y protegernos a nosotros mismos matando.

- "Luis, tío, ¿ de qué vas?"

¿Me he pasado?... ¿en serio?.... ¿y si atempero un poco la afirmación diciendo que todo derecho implica una responsabilidad y que, para ejercerlo es imprescindible tener en cuenta el respeto estricto a la Sostenibilidad y al Desarrollo Sostenible?... ¿ni aún así?.

En fin, no se lo reprocho. Es básicamente mi postura respecto a las vacas y los chuletones: no quiero enterarme ni, por supuesto, verlo. Alguien mata por mí. La misma que adopta tanta gente cuando se habla sobre cómo funciona la Industria Alimentaria: "Es mejor no saber porque, si sé cómo se hace, dejaré de comer salchichas". Una postura cómoda. Infantil, pero cómoda.

Dicen los expertos, los que de verdad saben de estas cosas, que el cambio climático va a convertir el sur de Europa, en breve plazo, en una zona propicia para el desarrollo de mosquitos tropicales, vectores básicos de transmisión de enfermedades como zika, la malaria, el dengue o la fiebre amarilla.

Pues bien, la política europea de biocidas parece diseñada para acelerar este proceso.

"Biocida" un neologismo que no viene aún en el Diccionario de la Academia pero que, como han deducido perfectamente proviene de "bios" - "vida" en griego y que se agrupa con la misma terminación que homicida, parricida, genocida, suicida, regicida...  bonita compañía, ¿verdad?

Las pymes europeas se enfrentan al hecho de que, para registrar una formula con efecto "biocida" hay que presentar un expediente ante el Ministerio de Sanidad, que puede alargarse durante años, y cuyo coste, entre ensayos y tasas, supera los 100.000 €.

Entre otras pruebas hay que presentar ensayos normalizados de eficacia. Es decir, no solamente hay que demostrar que el producto es compatible con el Desarrollo Sostenible y que "no mata demasiado"... hay que demostrar que mata lo suficiente.... vamos, casi, casi, como lo que le piden a la homeopatía.

Supongo que la Unión Europea no querra ver casos de malaria en su territorio pero se ha metidos desde 1998 en una espiral que me recuerda a mi perfil de carnívoro con mala conciencia.

Mientras África y Latinoamérica luchan en una guerra a muerte contra los mosquitos incluso, con una práctica auspiciada por la OMS como la de distribuir mosquiteras impregnadas con el malvado DDT, los europeos no queremos mirar, no queremos saber: otros matarán por nosotros.

Espero que esos otros lo hagan bien y sea suficiente.

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