jueves, 5 de diciembre de 2013

Aquella noche en Bhopal




Si soy completamente sincero les diré que he dudado mucho si debía o no debía escribir sobre este tema en el blog. Este es, al fin y al cabo, el blog de la Industria Química Vasca y recordar el episodio más negro de la historia de la industria y quizás de la tecnología humana, no parece propio de un blog empresarial, destinado en su esencia a contar los indudables beneficios que nuestro sector reporta a la sociedad.

La noche entre el pasado 2 y 3 de diciembre se cumplieron 29 años del desastre de Bhopal y dudaba si debía o no contarles algo sobre ello. Ayer miércoles por la mañana ya lo había descartado y pensaba aburrirles con un ladrillo sobre el proyecto de Ley de Evaluación de Impacto Ambiental o, quizás mejor, contarles algo bastante más ameno sobre de qué tratará la jornada al respecto del Reglamento REACH y los residuos que celebra APD el próximo 13 de diciembre en Bilbao.

Sin embargo, ya por la tarde, alertado por un tuit de Tomás Pérez escuché la sección, en el programa La Ventana, que dirige y presenta Carles Francino en la Cadena SER, en la que cada semana Nieves Concostrina, periodista y escritora, cuenta de forma muy amena un episodio histórico.

La semana pasada, por ejemplo, relataba el descubrimiento de la tumba del faraón Tutankamón por parte de la expedición que dirigía Howard Carter en 1922. Les confesaré que, habiendo llegado ya a una cita en el Palacio Euskalduna, a la que no me quedó más remedio que ir en coche, me demoré un poco una vez ya aparcado para intentar escuchar la sección completa. Muy recomendable.

Como pueden imaginarse, el tema de ayer fue precisamente el 29 aniversario de la tragedia de Bhopal y reconsideré mi decisión y pensé que la industria, que en esencia es el compendio de los mayores logros tecnológicos que ha alcanzado la humanidad para su propio bienestar, debe recordar y, con ello, no repetir sus errores del pasado, aprendiendo de cada lección, algunas tan duras como la de aquella noche en Bhopal. Si quieren oírlo:



Es obvio que Bhopal fue un acto criminal en toda regla. Una negligencia en el mantenimiento y gestión de una instalación sin actividad productiva pero que almacenaba sustancias peligrosas.

Pero quizás convenga contextualizar algunas cosas y, como me suele suceder por otro lado, defender lo indefendible, tratando de dar una visión más amplia a lo que todo el mundo cuenta sobre aquel suceso y que son, precisamente, los aspectos a los que se ha limitado la historia que Nieves Concostrina ha relatado. Asumo que voy a hacer alguna afirmación polémica que me costará algún que otro reproche (o algo peor…).

Primera afirmación: La planta de Union Carbide de Bhopal contribuyó de manera importante a la lucha contra el hambre en India.

La fábrica de Bhopal se construye en 1969 con el objeto de fabricar Sevin, marca comercial de la sustancia carbaril o carbarilo (químicamente denominado metilcarbamato de 1-naftilo), un biocida muy efectivo frente a las principales plagas que asolaban las cosechas en la India y que, por cierto, sigue siendo uno de los insecticidas más utilizados en Estados Unidos hoy en día.

Gracias a muchas aportaciones y mejoras, pero también gracias a la fábrica de Bhopal, desde 1969 y 1984 la India pasó de una mortalidad infantil de niños menores de 5 años de un 215 por mil a 149 por mil y uno de los principales factores que contribuyó a esa mejora fue un incremento en las calorías disponibles por habitante y día de 2.059 en 1969 a 2.208 en 1984 (en la actualidad, dato de 2007, ambos ratios se situaban en 69/1000 y 2.352 calorías) y para lograr dichos avances, la lucha contra las plagas fue un elemento esencial.

La sustancia que provocó el desastre en Bhopal es un producto intermedio en la fabricación del Sevin, el isocianato de metilo (MIC), un producto muy tóxico, que reacciona muy violentamente con el agua (y por lo tanto con la humedad del ambiente). Hasta 1979 se transportaba hasta la fábrica como materia prima, con los graves riesgos que el transporte de una sustancia como esa implica, hasta que en aquella fecha comenzó a fabricarse in situ.

Pero, por desgracia, una industria sólo puede funcionar si el negocio la mantiene en marcha. Las terribles sequías que sufrió la India a principios de los años 80 dejaron a los agricultores sin cosechas y sin insectos que combatir. De hecho, en 1983 el dato de calorías disponibles por habitante y día fue mejor que el del año siguiente, alcanzando un pico de 2.251.

La producción del isocianato de metilo cesó en aquel año 1984 por la falta de mercado para el Sevin, en el momento del accidente permanecía parada y, en lo que constituye un compendio de negligencias criminales, se dejaron tanques llenos de productos peligrosos, se desmontaron equipos de seguridad y se desobedecieron los protocolos de gestión de operación.

La noche del accidente, una operación de limpieza de tuberías mal realizada provocó una entrada descontrolada de agua en un depósito de MIC. La reacción exotérmica provocó un incrementó de presión y rompió los discos de rotura. Solamente uno de los scrubber de lavado con hidróxido sódico estaba operativo. En un plazo de 45 a 60 minutos fugaron unas 30 toneladas de MIC, que una vez libre, más denso que el aire, descendió a nivel del suelo y siguió reaccionando con la humedad ambiental, generando más gases tóxicos como fosgeno o ácido cianhídrico, formando una nube letal que fue empujada por el viento hacia los barrios cercanos.

Segunda afirmación: Dow Chemical no tiene ninguna responsabilidad sobre los hechos.

A partir de aquel día, Union Carbide comenzó un rápido declive hacia la quiebra. La moral de sus trabajadores en todo el mundo quedó afectada para siempre y sus cifras le llevaron hacia las pérdidas muy rápidamente.

Dow Chemical, una de las empresas líderes de la química mundial, compró las acciones de Union Carbide en Estados Unidos 16 años después del accidente aunque, entre los activos de dicha sociedad, ya no estaba la planta de Bhopal. Union Carbide India Ltd., que en el momento del accidente era propiedad de la multinacional norteamericana en un 51% y del gobierno de la India en un 49%., fue en1994, adquirida en su totalidad por el gobierno indio, siendo, desde entonces, el único propietario de la planta y de la sociedad titular de la misma.

Es evidente que responsabilizar de los hechos a Dow Chemical y de las consecuencias de los mismos no tienen ningún sentido. Los medios de comunicación y la sociedad en general, tienden a simplificar la realidad cayendo en maniqueísmos absurdos: “si es una multinacional, es ‘mala’ y por lo tanto debe pagar”, lo que constituye un pensamiento muy cómodo, muy infantil y, además, injusto.

Una multinacional no es más que el conjunto organizado de las personas que en ella trabaja. Dow Chemical es uno de los grupos humanos mejor organizados que existe y que basa sus actuaciones en principios éticos sólidos, incluidos el de la transparencia. Su página web, en la que no evita dar su visión sobre Bhopal, es una muestra de ello.

Tercera afirmación: Las víctimas de Bhopal se enfrentan, por desgracia, a una de las bases del capitalismo.

Esta afirmación es quizás menos polémica pero no por ella deja de ser cierta.

La aventura que supone poner en marcha una empresa industrial, con los grandes capitales que hace falta acumular para iniciarla, se basa desde la revolución industrial en el siglo XIX en un pilar jurídico fundamental: la limitación de la responsabilidad.

Las sociedades mercantiles, tanto las sociedades anónimas, como las sociedades limitadas, como cualquier otra figura de organización societaria propia de otros países, basan su funcionamiento en que sus accionistas, sus propietarios, arriesgan en la aventura únicamente el capital que ponen en la sociedad. Si las cosas “van mal” a la compañía, los accionistas no se ven expuestos a perder sus bienes personales como, por ejemplo, su casa familiar.

Esta figura jurídica está pensada, y se ha demostrado tremendamente útil, para créditos comerciales y bancarios. Los prestamistas o los proveedores saben con quien se relacionan (de ahí el carácter público del registro mercantil) y hasta donde pueden asumir riesgos, prestando dinero o vendiendo a crédito a la sociedad en cuestión.

Pocos, muy pocos, se aventurarían en un riesgo empresarial de entidad si tuvieran que hacerlo arriesgando todo su patrimonio personal, la casa donde vive su familia. Aunque hay empresarios que lo hacen, avalando, por ejemplo, a su propia empresa.

Sin embargo, esa figura de limitación de la responsabilidad se ha demostrado como una barrera injusta frente a las obligaciones extracontractuales que la tecnología puede generar. No es justo, ni ético, que los vecinos de Bhopal, que no tenían por qué saber nada de Union Carbide, vean limitado su derecho a ser resarcidos por los daños sufridos.

Para evitar estas situaciones la legislación y la jurisprudencia ha ido creando normas y dictando sentencias que, en caso de fraude, en caso de tratar de utilizar la limitación de responsabilidad de las sociedades mercantiles a modo de pantalla, pueden dirigir sus reclamaciones contra accionistas o contra los seguros de cobertura de responsabilidad extracontractual, medioambiental y de otros tipos, que, de forma obligatoria, deben contratar las compañías.

Dow Chemical no ha es responsable ni jurídica ni moralmente de los hechos. No se le puede acusar de apantallarse para no afrontar su responsabilidad y la justicia debe ser ciega a la condición de los individuos y debe caer sobre los culpables y exonerar a los inocentes, sean ricos o sean pobres, sean multinacionales u ONGs.

Cuarta y última afirmación: Bhopal es una lección aprendida que la industria no puede ni debe olvidar.

Bhopal fue un toque de campana para la industria de todo el mundo. Algo así, algo tan terrible no podía volver a repetirse. Ni remotamente.

La industria química mundial, a raíz, entre otras cosas de los hechos de Bhopal, creó la iniciativa Responsible Care que tiene, entre otros un principio básico perfectamente demostrable, auditado y transparente: los estándares de seguridad de todas las plantas de las empresas firmantes, independientemente de la legislación o de la presión administrativa e inspectora de cada país, cumplen los mismos estándares de seguridad y protección del medio ambiente. Los mismos, en Estados Unidos, en la Unión Europea, en China o en la India. Dow Chemical es una de las compañías líderes en la aplicación de la iniciativa Reponsible Care y, por supuesto, no fabrica en la India productos prohibidos en Estados Unidos o en Europa.


Permítanme, por último, recomendarles un libro: “Era medianoche en Bhopal” (Casa del Libro; Amazon) de Dominique Lapierre y Javier Moro. Lo leí hace ya mucho tiempo, al poco de publicarse, y les confieso que lo empecé con muchas reticencias. Es un libro de muy fácil lectura, que engancha como buen best-seller pero que, en lugar de caer en el maniqueísmo fácil, es riguroso en los datos históricos y aporta una visión humana y realista sobre todas las personas que, de un modo u otro, participaron y sufrieron con aquel terrible suceso. Sobre las personas que crearon y operaron la planta, las personas que, con su actuación negligente, provocaron el accidente y las personas que sufrieron y que murieron como consecuencia del mismo. Personas, ni buenas ni malas, sencillamente personas.


2 comentarios:

Elvira Gonzalez dijo...

!Magnífica entrada! me ha encantando y está bien hablar también de desastres como el de Bhopal, analizar las causas e intentar que no vuelva a repeteirse..

Dagoberto dijo...

De todo lo que pasa, podemos y debemos aprender. En 29 años todos los sistemas han cambiado enormemente para mejorar la seguridad de los procesos y lógicamente de las personas.¿Alguien se imagina trabajas sin sistemas informáticos, ordenadores y teléfonos móviles?