jueves, 8 de mayo de 2014

Luis Fernández es empresario


El mundo está cambiando y está cambiando rápido. En la esencia misma del ser humano está su carácter social, y la comunicación, como instrumento propio, imprescindible y necesario para cualquier relación social, ha cambiado radicalmente en muy poco años por culpa de Internet.

Hoy en día interactuamos socialmente, en tiempo real, con familiares que están de viaje en Tanzania, amigos de la infancia que se fueron a vivir a Costa Rica o un compañero de trabajo en viaje de negocios en China y, salvo por los problemas que genera el cambio horario, socialmente, es casi como si esas personas, estando a miles de kilómetros de distancia, vivieran en nuestra misma aldea. En la “aldea global” que predijo Marshall McLuhan, que, en el momento de su muerte en 1980, supongo no sería consciente de hasta que punto hoy es una realidad.

En esta imparable marea de cambios, en los últimos tiempos, el ámbito más privado ha sido revolucionado por Whatsapp (¿cómo organizábamos una comida de la cuadrilla de amigos antes de que existiera Whatsapp?) y en el ámbito más público, por Twitter.

Quizás sean solamente modas, algunos lo afirman con convicción, pero personalmente creo que esas herramientas concretas, u otras similares que las sustituyan, han venido para quedarse. Son rápidas, sencillas, directas, no es necesario, ni posible por otro lado, escribir grandes peroratas. Gracias a ellas, la comunicación se ha acelerado y se ha simplificado, acercándose al lenguaje oral, que por otro lado es el natural y propio de nuestra especie.

Para que me entiendan: enviar una carta en tiempos de Voltaire era caro y llevaba mucho tiempo. En el siglo XVIII, cuando el filósofo francés escribía al rey de Prusia, tenía que entregar la carta a un mensajero a caballo y que, mediante relevos, podía tardar un par de semanas en llegar a Berlín. Obviamente las cartas tenían largas extensiones, 15, 20 ó incluso más pliegos de papel. No iban a hacer todo ese esfuerzo para preguntar: “¿Qué tal llevas la mañana?” o para mandarle una imagen del amanecer que estuviera en ese momento contemplando.

Twitter, con su limitación de 140 caracteres por mensaje, ha simplificado la opinión pública, quizás en demasía y, en muchas ocasiones, esa opinión se mueve únicamente por tópicos y lugares comunes. En un mensaje tan corto y simple, es mucho más fácil favorecer el tópico socialmente asentado que tratar de explicar porque dicho tópico está equivocado.

Pues bien, uno de los tópicos que más me molestan de Twitter es ese que dice “El emprendedor es bueno, el empresario es malo”… cuando realmente, todo emprendedor, a lo único que aspira es a ser empresario. Un empresario, uno que ejercer como tal, es poco más que un emprendedor que ha tenido éxito.

Ya les he hablado de esto alguna vez en este mismo foro, hace quizás demasiado tiempo, pero, aprovechando que el próximo martes día 14 de mayo, a las 11:45 horas, en el Palacio Euskalduna de Bilbao, como acto central de la asamblea general de CEBEK, se celebra una jornada-debate titulada: “La empresa y el empresario, motores de la recuperación y el desarrollo económico”, destinada a poner en valor ante la sociedad el papel de los empresarios y que en el mismo interviene Luis Fernández, presidente del Grupo Vicrila, me voy a permitir ponerles en una tesitura y que traten de darme una respuesta, a un supuesto que les planteo, en menos de 140 caracteres.

Imagínense la siguiente situación: son ustedes el director o directora general de una fábrica, situada al borde de la ría de Bilbao, que emplea a más de 400 personas y que pertenece a un multinacional europea, líder mundial en la fabricación de vidrio hueco (vasos y copas) para menaje de hogar y hostelería.

La crisis de consumo, el descenso en la natalidad europea e incluso el pinchazo de la burbuja inmobiliaria, llevan a una clara situación de exceso de oferta a nivel europeo y la empresa matriz plantea abiertamente el cierre de la planta vasca, que, a pesar de todo no ha hecho malos números en los últimos años, para favorecer la recuperación de las plantas en el país del que es originario la multinacional, donde sí que hay graves pérdidas, y evitar cierres allí.

Digamos que ustedes, en ese momento, rondan los 55-60 años. Llevan muchos años trabajando en la compañía y tienen un contrato de alta dirección con una indemnización por despido no desdeñable. Han sido previsores y cuentan con un bien planificado y dotado plan de pensiones.

La oferta de la multinacional es la de rescindir su contrato, cobrar su indemnización y marcharse, y traer alguien de fuera que se haga cargo de los despidos, liquidar contratos y cerrar las instalaciones.

Con los años que les quedan para la edad de jubilación y una parte del dinero que perciban en el despido, ustedes podrían firmar un convenio especial con la Seguridad Social y jubilarse dentro de unos años con la pensión máxima, bien complementada por el plan de pensiones privado. Económicamente, apenas notarían el cambio.

Sus hijos trabajan en sus propios empleos y son profesionales de éxito. Tanto sus pareja como ustedes mismos gozan de muy buena salud y, la verdad tienen pendientes un montón de viajes que hacer… a Argentina, a Nueva Zelanda, a Canadá…. que no hicieron cuando eran jóvenes por falta de dinero y que después no han podido hacer por falta de tiempo.

Terminada la reunión en la que sus jefes europeos les hacen esa propuesta, tras dejarles en el hotel de Getxo donde están alojados, mientras conducen camino de casa, se les ocurre una idea.

Y, al llegar a casa, se la explican a su pareja, que aunque estaba ya en la cama cuando llegan, todavía en su rato de lectura de antes de dormir:

Los jefes me han ofrecido esto… pero yo les voy a proponer otra cosa: voy a comprarles las acciones de la fábrica y a hacerme cargo. Trabajaré sin descanso 14, 15, 16 horas diarias durante, al menos, los próximo 10-12 años, sin fines de semana, ni vacaciones, al menos los primeros 5 años.

Arriesgaré nuestro patrimonio en el empeño, incluidos nuestros ahorros, el plan de pensiones y esta casa.

Si sale mal, y tenemos que cerrar, seré yo el blanco de las iras de los sindicatos y es seguro que me acosarán, o incluso puede que me agredan en la  fábrica o que nos acosen aquí en casa.

Pero si sale bien… bueno, quizás tengamos que reestructurar algunas cosas y prejubilar a algunos trabajadores pero no despediremos a nadie… al menos, no de manera traumática.

¿Qué te parece?

¿Podrían resumirme, en 140 caracteres, qué les respondería su pareja?...  yo tengo bastante claro qué le diría a la mía… y me bastaría con 14.


Luis Fernández, presidente del Grupo Vicrila, inaugurará en unos meses una planta de producción en México, como primer paso de su proceso de internacionalización, una vez asentado como uno de los líderes del mercado doméstico.

Luis Fernández es empresario.

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