viernes, 16 de mayo de 2014

Sólo sé que no sé nada (sobre Sócrates y los centros anti-veneno)



Muy cerca de la ciudad de Delfos, a unos 180 kilómetros de Atenas, en medio de una escarpada ladera, se abre una valle orientado hacía la salida del sol.

 Allí, junto a varias fuentes y un idílico bosquecillo de laureles, se alzaba el templo consagrado a Apolo, dios de la verdad, del sol, de la belleza y la perfección, y el lugar en el que las pitonisas ejercían su labor en el oráculo más famoso de la antigüedad, verdadero centro de la religión greco-latina.

Cuentan que, en una ocasión, a la pitonisa del oráculo le preguntaron: “¿Quién es el hombre más sabio de Grecia?” y que ella contestó, sin dudarlo “Sócrates”.

Y sí, sí que debió ser Sócrates un gran sabio pues, a pesar de no haber escrito nunca una línea, pues sus métodos eran siempre dialécticos, su principal discípulo, Platón y el principal alumno de éste, Aristóteles, tuvieron buen cuidado de transcribir su pensamiento en sus propias obras y citarlo.

Ellos tres son la espina dorsal de la filosofía de la antigua Grecia y, por eso mismo, forman una de las claves de la cultura occidental.

Pues bien, una de las frases más citadas atribuidas a Sócrates es aquella que dice: “Sólo sé que no sé nada” y que suele citarse como ejemplo de la actitud necesaria para la adquisición de conocimiento, el principio de la ciencia: duda de todo lo que puedas saber y enfréntate al conocimiento como si en realidad nada supieras.

Patriota ateniense y virtuoso en sus costumbres, Sócrates fue también un gran polemista y profundamente irónico y, por ello mismo, su superioridad intelectual no era bien soportada por muchos de sus conciudadanos. En el año 399 antes de Cristo, tras un famoso juicio por impiedad, al ser acusado de despreciar a los dioses, fue condenado por un jurado popular a muerte.

Los discípulos de Sócrates quisieron convencerle para que huyera pero él, que por entonces tenía 70 años, eligió morir ingiriendo cicuta. Bebiendo la esencia sacada de una planta bastante corriente en el Mediterráneo que recibe ese mismo nombre.

La ingestión de esencia de cicuta, un potente neurotóxico depresor del sistema nervioso, provoca, durante la hora que sigue a su ingestión, trastornos digestivos (especialmente cuando se utiliza la raíz), vértigos y cefaleas, parestesias, descenso de la temperatura corporal, reducción de la fuerza muscular, y finalmente, una parálisis ascendente que provoca la muerte.

Si, una vez ingerido el veneno, Sócrates se lo hubiera pensado mejor y hubiera decidido huir para seguir filosofando, le hubiera gustado poder hablar, en esos precisos instantes, con un toxicólogo que le explicará qué tenía que hacer, qué antídoto usar para superar la intoxicación.

Esa es la esencia del Servicio de Información Toxicológica del Instituto Nacional de Toxicología y por lo que aboga el artículo 45 del Reglamento CLP. Un servicio con un fundamento lógico y necesario.

A partir de esa premisa, yo les aseguro que solamente sé que no sé nada sobre la regulación y los procedimientos para dar de alta las fórmulas de las empresas industriales en el Instituto.

Y ayer mismo, en la jornada que al efecto organizamos en la oficina, José Olmo de EQ-Gest y Borja Fernández Almau, nuestro joven maestro en Tutela de Producto, estuvieron tratando de despejar el panorama de qué, cómo y cuándo tienen las empresas que cumplir estas obligaciones.

Pues bien, es tal la chapuza jurídica, la diversidad de interpretaciones y la escasa visión de los reguladores europeo y nacionales en este tema que, a pesar de su extraordinaria valía y de sus dotes didácticas, sigo sabiendo sólo… que no sé nada.

Echen un vistazo a la documentación, entreténgase en los matices y, cuando terminen, nos tomaremos juntos un café y filosofaremos un rato.

Eso sí, y permítanme que, por un momento me arrogue el papel de suegra rencorosa y use la irritante frase: “¿Veees?, te lo dije, te lo advertí… mira que te lo venía diciendo”: AVEQ 02-02 21-01-02 Instituto Nacional de Toxicología.

Varios técnicos de algunas empresas asociadas nos han llamado estos días para decirnos que tenían problemas de agenda para el día de ayer y preguntar si haremos alguna acción más sobre este tema… y les hemos dicho que no una, que haremos un montón, porque el tema está tan lleno de sombras que aunque solamente sea para aclararnos nosotros mismos, utilizando el método dialéctico de Sócrates, reflexionaremos entre todos en voz alta a ver si conseguimos aclararnos.

Y bueno, si no lo conseguimos, siempre nos quedará la cicuta… y un buen toxicólogo al otro lado del hilo telefónico.

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